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FUEGO Y SANGRE ACTO II: MAREAS TORMENTOSAS
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CAPÍTULO LXI: Sombras sobre el camino
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LA PEQUEÑA AEMMA se reía con la despreocupación de la infancia, envuelta en una manta de lino que la resguardaba del viento marino, aferrada al pecho de Rhaenyra con la seguridad propia de quien aún desconoce los temores del mundo. Syrax resoplaba con entusiasmo bajo ella, emitiendo un sonido sibilante que casi parecía imitar la algazara de la recién nacida sobre su lomo.
El aire salobre acariciaba el rostro de la princesa, despeinando sus cabellos mientras entrecerraba los ojos, embriagada por la brisa y el júbilo del momento.
Marcaderiva se perfilaba cada vez más próximo a cada batida de alas, arrancándole una sonrisa ansiosa de emoción. De entre un velo de nubes rasas y tenues, se deslizó Bruma, cruzando el mar con majestuosa ligereza sobre la superficie del agua. Al reconocerlo, Syrax lanzó un rugido que no escondía su carácter juguetón y se precipitó hacia él, en un gesto provocador, como desafiando al otro dragón a una danza aérea. Rhaenyra alzó los ojos al cielo, esbozando una mueca entre divertida y resignada ante el temperamento impetuoso de su dragona.
