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FUEGO Y SANGRE ACTO II: MAREAS TORMENTOSAS
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CAPÍTULO LII: El amor de una madre
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RHAENYRA ESTABA SOLA EN SUS APOSENTOS, sentada junto a la tenue luz de una vela que proyectaba sombras danzantes sobre las paredes. En sus manos sostenía las cartas que le había entregado Rhaenys, y aunque intentaba leerlas una vez más, las palabras se desdibujaban ante sus ojos, ahogadas por la tormenta de pensamientos que rugía en su mente.
No había querido admitirlo, pero en el fondo aún albergaba la absurda esperanza de que todo esto fuera un error, una confusión, una estratagema urdida por alguien más. Porque si lo que insinuaban esas cartas era cierto, entonces la mujer que había sido casi una hermana para ella, aquella que le enseñó a bordar y a sentarse con la espalda recta, no era solo su enemiga… sino una infanticida. ¿Atentar contra la vida de una bebe inocente, y para qué? ¿Para socavar la posición de Rhaenyra?
«─No, eso es imposible. ─pensaba, abrazando su vientre con ambas manos como si con ese gesto pudiera proteger tanto a su hijo no nacido como a su propia cordura─. ¡Ella misma es madre!».