Capítulo uno

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Al final, que le robaran su equipaje fue la mejor cosa que le pudo haber pasado.

El joven fotógrafo japonés había estado en un remoto onsen en una sesión fotográfica. Su editor le había dado efectivo más que suficiente para pagar el viaje, pero, naturalmente, eso había estado en su equipaje, con su billetera, tarjeta de crédito e ID. Y cuando todo se perdió, él había terminado no sólo con su cuenta, sino también con el de los modelos. Y aparentemente, ¿los modelos? Bueno, a estos le gustaba mucho el servicio a la habitación, mucho. ¡La cuenta era enorme!

Afortunadamente, nunca dejaba su cámara lejos de sus ojos y por lo que no se había perdido todo su material de fotografía. Su editor, lo había convencido de enviarle las fotos y a cambio le había asegurado que le enviaría a Jimin el dinero suficiente para pagar el viaje e ir a casa.

Ingenuamente, hizo lo que le había pedido el editor.

Siempre había sido un poco demasiado confiado.

No una sorpresa, que una vez que le hubieron enviado las fotos, su editor repentinamente fuera imposible de localizar. Y, por supuesto, el onsen no le dejaba irse sin pagar. Por lo que, sin ninguna otra elección, el fervoroso joven se quedó trabajando diligentemente para pagar su deuda.

Trabajó como asistente de baño, como mucama, conserje, cocinero, y jardinero. Hacía todo y nada según lo que se necesitara hacer por el lugar. Fue muy al final de la temporada de turismo, cuando esto sucedió, por lo que no había muchos invitados, pero la pareja de ancianos que manejaba el onsen estuvo muy feliz por su ayuda y compañía. El cocinero y la mucama se habían fugado por un amorío, dejando el onsen bastante vacío sin ellos. Ese había sido lo que le costó su libertad.

El invierno llegó rápidamente. Comenzó con una alocada ventisca que no se detuvo por tres semanas. Fue más frío y duro que cualquiera que hubiese experimentado jamás, pero le dijeron que era normal en el área en donde estaban. Solamente había una única carretera estrecha y curva que ascendía por la montaña hasta el onsen. Ya era bastante difícil viajar en el verano, pero en el invierno, se volvía absolutamente impasible. El camino era bloqueado por unos ventisqueros más altos que la cabeza de un hombre. Y así, se había quedado atrapado en el onsen durante el invierno.

Como era su hábito, había salido a caminar a medianoche, incapaz de quedarse dormido hasta que hubiera llenado esta extraña compulsión. Cada noche a medianoche, salía y caminaba por el silencioso onsen, revisando cada una de las habitaciones antes de salir a dar una vuelta. La inaguantable claustrofobia por estar atrapado, le causaba comezón. Lo despertaba a medianoche y lo obligaba a salir, en donde caminaba hasta cansarse y poder dormir de nuevo. Normalmente le tomaba un par de horas.

Se abrigó, con botas y una larga bufanda roja envuelta sobre sus orejas y boca. Empujó sus pies hacia adelante y a través de la fría nieve hasta que llegó al alto portón de acero. Esta resguardaba la única abertura en la pared que protegía el lado del onsen que no le daba la espalda a las montañas que los rodeaban. Las empinadas laderas de la montaña eran de roca y hielo. No había forma de aproximarse, a menos que fuera por el frente. Se acostumbró a la zona montañosa, pero había más zonas más llanas que estos picos agudos y escarpados y estaban cubiertos de árboles y vida. Aquí también había árboles y vegetación, peor sólo eran visibles en los valles y los puntos protegidos entre las extensas paredes de roca.

Esas eran las montañas de la Prefectura de Niigata, llamado los "Alpes de Japón" por los jóvenes visitantes extranjeros. Eran de apariencia severa y majestuosamente hermosas. Nunca se cansaba de mirarlas. Roca y piedra se veían negras a la distancia y había grandes áreas blanqueadas por la nieve que resplandecía brillante bajo el sol. Al atardecer, reflejaban la luz moribunda del día con sombras de rojo y naranjo rayándolas. Esta noche reflejaban la luz fría y casi azul de la luna llena.

Sed de sangre ; kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora