Objetos Personales

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La habitación estaba completamente silenciosa, sin rastros del sonido bullicioso que una vez hubo.

No pudo evitar adentrarse al cuarto que ahora se veía más enorme que nunca sin las cosas de su ocupante en él. Todo lo que anteriormente lo llenaba estaba actualmente en cajas, tirado, donado o en la camioneta de abajo que llevaría las pertenencias a otro sitio muy lejos de aquí.

Se le hizo un nudo en la garganta al pensar en eso.

¿En qué momento sucedió todo? ¿Cuándo fue qué el tiempo pasó volando tan rápidamente? El parpadeó solo un minuto, ¡solo uno! Y de repente su pequeño ya no estaba, siendo reemplazado por una versión adolescente que amaba el maquillaje, el negro y el estilo punk/gótico/dark.

Pero, antes de darse cuenta, volvió a parpadear y el adolescente pasó a un joven adulto que ya estaba en la universidad, haciendo una vida muy independiente de la suya.

¿Cómo fue qué eso pasó? ¿En qué instante el tiempo decidió hacer de las suyas? Aun puede recordar a su bello Anubis, todo chiquito, todo gordito de la zona de los cachetitos, durmiendo en su moisés mientras él le observaba, temeroso de que su pechito dejara de subir y bajar. Sin hacer esfuerzo, puede rememorar cuando Anubis había aprendido su entorno, como gustaba de llevarse su pie a la boca y cualquier otra cosa que consiguiera en sus rechonchas manitos – para desgracia de su cabello – haciendo grandes puchero si él o cualquiera intentaba quitárselo.

Todavía poseía los recuerdos frescos de su hijo aprendiendo a hablar, a gatear y luego a correr. ¿Cuánto había corrido tras su niño para evitar que se cayera o se saliera de la casa? ¿O para llevarlo a la hora del baño? ¿O para acostarlo? Porque su hijo pudo ser un niño tranquilo, pero debes en cuando tuvo sus momentos.

Soltó un suspiro mientras veía el alrededor de la recámara, notando como la pintura en las paredes ya estaba desgastada.

Pareciera que fuera ayer cuando recién se habían mudado a la casa, siendo su hijo el más ansioso por poder elegir su propia habitación – aunque fue un poco en vano, porque las siguientes dos semanas, Anubis durmió con él – para decorarla a su gusto, primero con una pintura de estrellas en un cielo nocturno y luego, cuando se hizo mayor, con un bonito mural de lotos.

Luego el mural fue cubierto por posters de bandas que ni él conocía, a la misma vez que empezó a llenarse de música en todo momento, una que variaba desde ritmos fuertes y vivaces, a ritmos deprimentes y con letras aún más entristecedoras.

Perdió la cuenta de las veces que le pidió a Anubis que bajara el volumen porque no podía ni siquiera pensar con tanto maldito ruido. Su hijo lo hacía, a regañadientes, pero lo hacía.

Ahora los posters se habían ido, al igual que el parlante que iba a ser llevado a otra casa. De nuevo, muy lejos de él.

Los instrumentos musicales que le habían regalado a lo largo de los años a Anubis estaban divididos: la mitad se iba con él, la otra sería donada. Los libros, las carpetas, los materiales de dibujo, los cds...todo, si no se donaba, se lo llevaba y los juguetes...

Caminó hasta una de las cajas donde quedaban los pocos juguetes que Anubis había decidido conservar para un futuro – el cual él no quería ni pensar – abriéndola solo para ver los objetos en su interior.

El gatito de peluche – un juguete que le encantaba a Simba– se encontraba en excelentes condiciones, listo para ser usado como protector de sueños por cualquier niño, aunque era una pena que ya no lo usara así su niño. Los robots estaban en sus envoltorios, al igual que los dinosaurios de juguetes y otros objetos, como juego de legos y el arco y flecha falsos que le había comprado hace algunos años. La espada y el escudo también seguían allí.

¿Cuántas horas de diversión tuvo Anubis con esto y con todos los demás juguetes que ahora estaban para donar? Podía recordar a su hijo jugando horas y horas, perdido en el mundo de la imaginación, construyendo universos en su mente, universos que él también, a veces, ayudaba a crear.

Era sorprendente como un día simplemente su hijo los ignoró, y luego otro y otro hasta que finalmente se decidió por guardarlos porque ya era demasiado "mayor" para eso.

Y con esa etapa cerrada, empezó la etapa donde su billetera sufría por comprarle los maquillajes a Anubis, aunque al menos no buscaba los set de uñas como él, lo cual era una ventaja.

Cerró la caja de juguetes y fue hacia otra, abriéndola para sacar un pesado suéter que en su momento fue negro pero que, tras tantos lavados, ahora era gris.

Anubis odiaba ese suéter porque le picaba, sin embargo, él aun así había elegido guardarlo, prohibiendo que lo tirara. ¿Por qué? Tal vez porque sentía como su hijo estaba creciendo, tanto, que llegaría el día en que solo podría abrazarlo a través de su ropa, porque en el instante en que se mudara, las visitas serían más reducidas y no podría hacerlo todos los días como quisiera.

Ese temido día finalmente llegó.

Sus hombros temblaron mas se negó a llorar, simplemente abrazó la tela contra su pecho a la par que imaginaba a un Anubis de quince años refunfuñando porque no le gustaba la sensación en su piel.

Como había pasado el tiempo.

Su hijo ya no era más aquel niño risueño que jugaba todo el día ni ese adolescente mal humorado que hacía pucheros por no querer abrigarse, tampoco era ese universitario de primer año repleto de ansiedad y miedo.

No, ahora era todo un hombre, graduado de veterinario y...y...

—Papá ¿qué haces así? —Observó a Anubis entrar en la habitación. Le dio una pequeña sonrisa triste mientras seguía abrazando el suéter, sin ánimos de soltarlo. —Papá ¿de verdad estas abrazando esa cosa fea?

—No estoy abrazando a Horus. —Se quejó a lo que su hijo rió. —Solo abrazo los recuerdos de...hace tanto tiempo Anubis. No puedo creer que hayas crecido tanto, ni que te cases con ese pervertido.

—Su nombre es Khnum. —Se encogió de hombros ante el tono de regaño. —Papá, sé que te está costando todos estos cambios, pero ya debemos irnos.

Mordió su labio inferior, antes de negar.

—No, no sabes lo mucho que cuestan estos cambios. Eres mi bebé, mi único hijo. A ningún padre lo preparan para tener que decirle adiós a un hijo, menos cuando este va a empezar una nueva vida. Es...difícil. —Una de las cosas más difíciles que ha tenido que hacer.

Anubis lo miró un momento, luego suspiró y antes de darse cuenta, estaba recibiendo un abrazo protector.

Otra cosa que cambió, ¿cuándo demonios su niño se volvió más alto que él?

—Vendré de visita, muchas, muchas veces. Y tú podrás visitarnos a Khnum y a mí. Estaremos a dos horas en auto, lo cual es bastante cerca, no nos vamos a la otra punta del país.

—No es lo mismo—Las lágrimas picaron sus ojos, pero se había puesto el maquillaje y se negaba en rotundo a llorar, no fuera a ser que se le corriera el delineador. —Te voy a extrañar muchísimo, Anubis, muchísimo.

—Y yo a ti papá. —Se quedaron abrazados un rato más, hasta que su hijo volvió a hablar. —Papá, en serio, solo nos queda una hora y tengo que irme. El altar me espera, ¿Te vas a quedar aquí o prefieres llevarme? Porque si no, puedo pedirle a tía Isis que...—Saltó de inmediato, doblando con cuidado la prenda de ropa en sus manos, guardándola en la caja antes de tirar de su hijo hacia arriba.

—¡Nada de eso! —¡Por supuesto que no iba a permitir que su hermana le quitara ese honor! —andando, andando. —Sonrió cuando escuchó la risa melodiosa de su hijo.

El tiempo había pasado demasiado rápido.

Anubis había crecido de la noche a la mañana a su parecer y aun así, a pesar del dolor en su pecho y la sensación de melancolía...

No podía ser más feliz de que él fuera feliz.

𝑨𝒏𝒈𝒔𝒕𝒓𝒖𝒂𝒓𝒚 2024꧁️☠️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora