25.

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El helado suelo tronaba con cada paso que daba al avanzar. Todo el aire que se respiraba era pesado y tenebroso, no era suficiente, y la habitación era inestable.

La madera de los muebles, estaba helada. El clima también lo estaba. No había ruido alguno ahí, solamente varios suspiros ajenos.

Pareciese como si la habitación estuviera estancada de fantasmas. Retenía la tristeza y los peores dolores en el alma del ser humano que entraba en esa zona. Por alguna razón, sus demonios interiores lo atraían a que descansara del pesar en esa habitación, en ese lugar y en ese momento.

Mark estaba sentado en la cama, totalmente en calma y con sus manos posadas en los muslos, acariciando su piel sobre la tela y cabizbajo. Tenía la mirada fija en el suelo, pero no tenía una expresión de interna pesadumbre, era de comodidad por esperar a que llegara alguien.

Aunque, Hyuck entró a la habitación y cerró la puerta, fue hasta él, y no emitió ningún sonido. Se arrodilló frente al canadiense, su cabeza viajó hasta sus piernas para acostar su torso y recibir algún consuelo entre su cuerpo. No le importaba estar en el suelo, sólo necesitaba eso.

Fue recibido por unos brazos cálidos, presionando su cuerpo y rodeándolo con tanto cariño, que temió morir de dolor y arrepentimiento, derramando unas cuántas lágrimas al paso de sus latidos acelerarse, y sumergiéndose en el abrasador llanto. Mark le brindaba ese reconfortante apoyo, esa atención que nadie le prestaría en todo ese sufrimiento. Ese palpable cariño que no disfrutaría en un futuro cercano.

— Tú eres... demasiado calentito. —sus mejillas se acurrucaron aún más profundo en sus piernas, y sus manos abrazaron su cadera.

— ¿Qué sientes en tu corazoncito, Hyuckie? —preguntó con un susurro suave y dulce, acercándose a su cabecita para llenarla de calor.

— Permítete llorar un rato... no quiero seguir haciendo esto. —su voz sonaba muy rota, muy cansada. —Me gustaría ir a dormir... y morir mientras duermo. Descansar mis ojitos y no saber nada más.

Mark lo comprendía a la perfección. Le gustaría comentarle algo positivo pero es que, en su mayoría, no había tanta probabilidad de salir ileso de algo así. Lo entendía con toda su alma, inundada en pensamientos rasgados. Todos los días maldecía haber despertado, su cuerpo se incendiaba, y su herida sangraba más.

A él también le hubiera gustado amanecer muerto un día de esos.

Sin embargo, desde hace un buen rato, Hyuck se había convertido en un rayito de sol que, lo hacía muy feliz. Y ya sentía esa necesidad de abrazarlo, curar sus problemas y darle de su cariño, el cual tenía de sobra.

— Todo lo que sientes, está bien, Dongie. Yo te sacaré adelante, ante todo ¿sí? confía en mí. Siempre veré por tí, siempre...

Los sollozos del moreno no tardaron en escucharse e interrumpieron las palabras que salíeron desde el corazón de Mark, haciéndolo sobar la espalda del menor, aliviando la carga en su corazón.

— Nada es tu culpa, Hyuck. No lo es...

Sus ojos ardían por cada murmuro. Mark lo sabía bien, sabía bien de qué hablaba, y eso aumentó su lloriqueo, liberando toda angustia

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Su muñeca se movía con sutileza, sosteniendo un pincel sobre sus dedos y trazando líneas de pintura sobre el lienzo, pasando el color rojo por encima de la pintura negra. Mantenía entre sus dientes un cigarrilo, y cuando dejaba de pintar, lo sacaba para soltar una gran cantidad de humo por todo el líquido fresco.

Quiso tomar un descanso, y dejó su paleta en la mesita cercana, yéndose a sentar en una banca para admirar el hermoso atardecer enfrente suyo. Se concentró solamente en darle caladas a su cigarro, mientras escuchaba unos leves pasos a un lado.

spattered by blood - jaehyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora