Episodio 4

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Las Dudas.


Respiración agitada.

Sudor frío.

Las cintas de cuero quemándome la piel.

Mis gritos amortiguados por la mordaza en mi boca.

Lágrimas calientes anunciando al mundo mi desesperación.

No entiendo mucho qué pasa, mi vista está demasiado borrosa y el dolor me aturde demasiado como para pensar, solo logro visualizar mi brazo extendido siendo atravesado por la cierra eléctrica.

Salpicaduras de sangre interminables.

El corrientazo de mortificación que emiten los nervios al ser cortados, como un violín sin afinar.

Mis pulmones olvidando como respirar con el desespero rayando mis costillas cuál tiza sobre pizarra.

Mis dientes y mis extremidades restantes rechinando contra los amarres de cuero.

El frío que me abraza al ver mi brazo caer parece el gélido arrullo de la muerte, pero apenas puedo procesarlo con la agonía que me atraviesa, solo siento manos de guantes azules tocarme todo el cuerpo sin compasión alguna de mi dolor.

Auxilio, no lo puedo soportar, alguien ayúdeme por favor.

Mátenme ya.

Pierdo la consciencia y despierto en otra realidad.

Ojos color menta de espesas pestañas me reciben en el mundo de los despiertos.

—¿Estás bien? —Mocka me agarra de los hombros.

Estoy sudada, con el corazón acelerado y aterrorizada, la habitación se ve igual de insalubre que cuando me dormí ayer, con las ratas anidando en un agujero en la pared o las tablas en las ventanas llenas de telarañas, todo en realidad es bastante decadente solo Mocka parece no encajar con el ambiente porque hasta yo concuerdo con el aspecto del lugar.

—Tuve otra pesadilla horrible —musito.

Me acaricia una mejilla.

—Es el estrés y las heridas, el cerebro tiende a generar más pesadillas ante un evento traumático y bueno, tu casi muerte puede ser bastante para ti.

Empujo la cara hacia la mano que desliza por mi cara como a un salvavidas.

—Eso va a hacer que esta experiencia sea aún más agotadora, —Resoplo impaciente— ya llevo una semana aquí Mocka no podemos perder más tiempo, ¿cuándo vamos a ir al Ministerio?

Él suspira y retira la mano. Hoy tiene un traje color vinotinto que resalta a la perfección con su cabello rubio pajizo y los tatuajes en su cuello, si no estuviera en esta situación tan terrible probablemente estaría derretida por él.

¿Cómo es que nunca me di cuenta de lo atractivo que era mi mejor amigo antes? Probablemente sí, pero es tan intimidante que parece fuera de mi alcance hasta en un buen día.

—Iremos mañana. —anuncia analizándome— He estado estudiando los cambios de guardia, los puntos ciegos de las cámaras y las oficinas de archivos clasificados.

—¿Revisaste algo? ¿Descubriste algo sobre mí?

Niega sonriendo sarcástico.

—Claro que no es un ministerio, es casi impenetrable incluso para los que trabajamos ahí todo está muy bien vigilado, siquiera acercarse a cualquiera de las zonas restringidas te pone una mira en la nuca.

—¿Zonas restringidas? —Lo miro sospechando— ¿Qué tantas pueden haber en un ministerio que defiende los derechos de los niños?

—Muchas más de las que debería —admite gravemente.

Ciudad de MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora