El monstruo.
Es imposible.No hay forma entrar, el perímetro está bien custodiado por guardias armados y un grueso muro de concreto, supongo que aunque Zero podría darles batalla a todos eso terminaría en una masacre que llamaría demasiado la atención, probablemente enviarían refuerzos y en un segundo estaríamos muertas.
Después de todo, no somos súper poderosas solo somos un producto de la ciencia que aún comprender del todo.
Zero no ha pronunciado palabra alguna aunque sus manos siguen conduciendo el auto al rededor de la estructura, probablemente desea tener un estimado de las personas que la resguardan.
Pero por más que mire no puedo evitar sentirme inquieta por ver una propiedad con tal grado de seguridad en la zona alta de Ciudad Laika, se supone que es una zona residencial, viven personas aquí y entre ellas se oculta un terreno con un sistema de defensa que rivaliza con el recinto de la Asamblea Nacional.
No solo eso, me inquieta mucho más el calor extraño que me rasguña las entrañas en un intento por hacerme recordar algo de lo que no tengo idea, hasta se me acelera el corazón, estoy sudando en un parpadeo y antes de darme cuenta el cuerpo me tiembla.
No soy una experta en estas cosas pero probablemente es una crisis de ansiedad, las lágrimas se desbordan de mis ojos picando por donde pasan y el aire se resiste a ser inhalado por mis fosas nasales, todo mi cuerpo se vuelve un caos pero mis manos son las únicas que mantienen el control férreo en el auto como si fueran ajenas al resto de mí y quizás sí lo son por el momento.
Un silbido agudo en mis oídos paraliza mi percepción de la realidad.
Todo se detiene para mí y aunque soy consciente de que es un recuerdo abriéndose paso siento que la melodía angustiante me amenaza con hacerme sangrar los oídos.
Las paredes de ladrillo gris se sobreponen a la realidad decoradas por caras felices dibujadas con sangre vieja, ¿o es nueva? ¿Es mía? Ya no tengo idea, el dolor ha borrado toda capacidad de pensamiento a esas alturas.
Los grilletes de acero oxidado me abren la carne de las muñecas ya dislocadas.
Me duelen los dientes de tanto apretarlos y apenas soy capaz de respirar, el silbido de canto alegre toma protagonismo en todo momento hasta que el sonido del látigo al dividir el aire lo opaca.
Choca contra el manojo de músculos, nervios, arterias y piel desgarrada que es mi espalda.
No grito, ya no puedo gritar más.
El único consuelo que tengo es la voz animada del hombre que canta cada nota jovial con la misma sonrisa que tiene días en su cara, como si no hubiese estado torturándome durante horas hasta hacerme delirar.
"Lina, Lina corre o perderás, tu cabeza rodará y tu destino morirá"
La cabeza me da vueltas como en una confusa niebla, ¿quizás estoy drogada? La lengua me pesa como si fuera ajena a mí pero no como si Zero la estuviera usando, es más cómo si fuera un pellejo inútil.
"Las luces fallan, la luna calla, guardan un silencio ante tu inmensa belleza"
No solo es un entumecimiento, es un descontrol total en mi cabeza entre dos piezas que luchan por mantener el control, azul y rojo luchan por salir a la luz una con temor a ser castigada de nuevo y la otra con el calor de la venganza ardiendo en su centro, soy agua natural llena de esperanzas y el parásito en mis entrañas es el aceite que hace funcionar las máquinas de la guerra, no pueden mezclarse así que una debe estar arriba en la superficie mientras la otra aguarda en el fondo.
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Ciudad de Mentira
Ciencia FicciónLa cabeza de Arise se resume a un inalterable espacio en blanco cuando despierta en las oscuras alcantarillas, el dolor de cabeza se hace presente sin dudar y la confusión no se hace rogar. ¿Qué hace ella ahí? ¿Por qué está llena de sangre? ¿Quién e...