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‹ ¿Qué es el amor? ›
"Lo hice" susurro Marittiela.
La euforia comenzó a surgir en su rostro, observaba con orgullo como el pequeño ratón que había sido víctima del escaramujo ahora gozaba de salud.
"¡Rápido hay que informarle a mi hermano!"
Exclamó con alegría, Rachel rio encantada de ver a su amada tan contenta. Por fin tendría su atención, y dejaría de ver esas horribles bolsas en sus ojos tan bellos.
"Alteza, me acaban de informar que su excelencia el Duque no se encuentra en la mansión"
La sirvienta de hebras rosadas se inclino ante la princesa del Ducado, informando la salida del Duque.
"¿Y en dónde se encuentra?"
"Acaba de salir junto al primer príncipe.. en una cita"
Marittiela suspiro. Había olvidado que su hermano estaba demasiado prendado del príncipe, su hallazgo deberá ser aguardo para más tarde.
"¡Su Alteza!"
Otra sirvienta, de hebras negras entro a la habitación corriéndo.
"Espero que sea algo bueno por qué sino que atrevimiento es interrumpir de esa manera"
Rachel se levantó de su asiento, el libro que leía olvidado en el suelo. Sus brillantes ojos dorados miraban con seriedad a la sirvienta.
"Disculpe mi Lady, pero la Princesa Ariana a llegado a la mansión"
"¿Esa arpía está aquí?"
Rachel no era una joven que se quedará callada o que guardara sus expresiones, algo que la enamoro a un más.
"Mi bello prado, no afiles tus espinas, aún no es momento de usarlas"
"Lo que tú digas mi chocolatín"
Aún que Rachel Amber no era muy buena con sus apodos cariñosos. Algo lamentablemente.
"¿Qué es lo que hago alteza?"
Pregunto la sirvienta.
"Llevenla a la recepción, iré en un momento luego de vestirme"
La sirvienta se inclino ante ella antes de retirarse y cumplir con su orden.
