Lágrimas

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No le digas a nadie que me escondo aquí, tengo a Ariadne frente a mí en la biblioteca.

No le diré a nadie, — le regalo una sonrisa y coloco un viejo libro en su lugar de descanso. — Lo prometo.

Abro los ojos y la luz blanca me hace parpadear varias veces. Las paredes blancas se me hacen demasiado conocidas y por alguna razón, miro sobre mi hombro para ver a Cal.

Cal se ha ido, es lo que me dice mi consciencia.

Compruebo la hora en mi reloj y me doy cuenta que solo he dormido un par de horas. Me acerco a Ari y le quito algunos mechones de cabellos del rostro.

Jaith, — su nombre cruza mi mente y le envio un mensaje.

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Para: Jaith.

De: Zaar

*Llámame cuando despiertes.*
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Me siento en el borde de la cama y por simple inercia mis dedos acarician sus mejillas. Ari está más fría que antes y estoy seguro de que eso no es algo que me haga sentir mejor.

—Ari, — algo en mi interior se retuerce furioso al ver el círculo casi verde que tiene en el brazo.

—Creo que deberías saber algunas cosas de mí, — escucho la voz aguda a mis espaldas.

—Emily, — susurro su nombre como si fuera una maldición.

—Pero, por hoy solo quiero una sola cosa, — su voz inunda mis oídos y me quedo quieto. — Te espero a las 9 en Pandemónium.

Los pasos se alejan y recupero por completo la movilidad de mi cuerpo. Un escalofrío me recorre el cuerpo y me hace suspirar pesadamente. Miro a Ari y sé que aun no he visto lo peor.

Esas mocosas amigas tuyas se quieren interponer ,— la voz casí chillona me hace eco en los oídos, pero no me detengo en ellas.

El pitido agudo de una máquina me saca de mis cavilaciones violentamente y soy arrastrado hacia afuera de la habitación. En un intento de mantener su imagen intacta en mi mente, miro sobre mi hombro y lo veo todo como si el momento estuviera en cámara lenta.

Las enfermeras inundan la habitación donde descanzaba el frágil cuerpo de Ariadne. Veo como sus ojos se abren y muestran ese angelical color ámbar y una de sus manos apresa con fuerza la gabacha del galeno.

Ari, mi alma se agita, pero los asistentes me mantienen alejado de ella.

Me quedo detrás de la pequeña ventana de vidrio que me permite ver lo que está sucediendo en el interior de la habitación. Y la última imagen que veo de Ari por ese día me hace tomar una última desición.

Me siento tranquilo en uno de los sillones de la sala de espera y uso mi chaqueta como manta. Levanto la mirada y lo último que mis ojos ven son la hora.

+ + +

—Hola, — estoy de pie en la puerta que me permite ver a Ariadne sin necesidad de acercarme más.

Tiene una venda en la cabeza que le hace ver delicada y a la vez, valiente, solo que es una valentía bastante infantil. Me mira con inocentes ojos dorados y me sonríe.

—Hola, — repite mis palabras y luego me pregunta. —¿También has tenido un accidente?

Mi teléfono vibra dentro de mi pantalón y lo saco. Mis ojos han abandonado el rostro pálido de Ari para ver la pantalla.

*¿Puedes amar a alguien que no te recuerda?*

Miro hacia adelante y la figura infantil me sonríe. Se remueve entre las sabanas y abraza su almohada con cariño.

—No, — le respondo. — Solo visito.

—¿Vienes a verme a mi? — me pregunta, pero me estoy dando la vuelta para irme. —¡Oye! — me detengo en seco. — ¿Podrias decirme tu nombre? Así cuando regreses por aquí yo te llamaré por tu nombre.

La miro sobre mi hombro y me regala una sonrisa. Sé que Ari tiene buena memoria, y eso me hace pensar en uno de los mensajes que he leído de mi fascinante acosador.

—Soy Ager, — le digo y cierro la puerta detrás de mi.

Las lágrimas me pican en el fondo de los ojos y lo único que puedo hacer es sacar mi teléfono y escribirle un mensaje a Criss.

*Cuando Ari pregunte por la cadena, dile que fue un regalo de Cal. Descansa Criss.* 

Le envío un mensaje a Uriah y apago mi teléfono. Sé que alguien me está esperando en Pandemónium y no quiero hacer que se enfade. Simplemente quiero que me deje en paz.

La primera lágrimas cae y me la quito rápidamente. Me abrazo a mi mismo en un esfuerzo por ayudarme... Necesitó entender desesperadamente que es lo que estoy haciendo mal.

¿Por qué todos me olvidan?


Memorias De Un PsicopataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora