CAPÍTULO 24

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YUNA


Acaricio su espalda mientras la veo dormir a mi lado, los rayos del sol entran por los ventanales, su piel luce radiante, tan suave y pálida. Las sabanas cubren su cuerpo de la cintura hacia abajo, una parte de su cabello cubre la almohada y la otra oculta su lindo rostro.

Aparto los mechones que cubren su rostro para verla mejor, deslizo uno de mis dedos por todo el contorno de su rostro y luego vuelvo a su espalda, ella se remueve un poco y acerco mis labios para besar las marcas que dejé.

—¿Ves la obra de arte que creaste anoche? —pregunta con su voz ronca.

—Tu lo provocas —sonrío.

—Y no sabes cuánto lo disfruto —dice con esa sonrisa altiva.

—Te das mucho crédito —entrelazo una de mis piernas con las suyas y la atraigo más hacia mi.

—¿Si? ¿Por eso no dejabas de gemir mi nombre?

—No lo recuerdo.

De inmediato se gira en mi dirección apoyándose en sus codos, me ve con mis ojos entrecerrados y se sube sobre mi.

—¿No recuerdas? —pregunta bajando una de sus manos a mi piernas para luego subirlas sobre ella.

—No —digo con una seriedad forzada.

—¿No recuerdas esto? —deja un beso en mi hombro y luego baja a mis pechos.

Tengo que contener las ganas de apretar las sabanas o si espalda.

—Nada —desliza su dedo desde mi pecho, pasando por mi vientre hasta llegar a mi vagina y solo detiene su dedo ahí.

—Que mal que lo olvidaras —se levanta de la cama y se apresura a meterse al baño.

—¡Ivanna! —Escucho su risa y me levanto para seguirla.

Los siguientes días, nos pasamos las mañanas desayunando en la terraza, cerca de la piscina, nuestras tardes las pasamos caminando por la ciudad, viendo tiendas artesanales y probando las delicias culinarias que nos ofrece Tailandia.

A veces damos paseos por la playa para observar el atardecer. En una de esas caminatas, terminamos detrás de unas rocas con Ivanna de rodillas y mi piernas sobre su hombro. Debo decir que esta mujer no deja de sorprenderme cada día con sus ocurrencias, es insaciable y yo... yo estoy para satisfacerla.

Cada noche que hacemos el amor, no faltan las sonrisas, los suspiros, y mis gemidos desesperados que gritan su nombre. Ivanna es todo lo que nunca quise, lo que nunca pedí. Porque realmente, nunca creí que amaría a alguien con tanta intensidad como la amo a ella.

—Cuéntame lo de la foto —le pido.

Ella está sentada en la cama y yo estoy sentada sobre ella con mis piernas rodeando su cuerpo. Beso su rostro y ella no deja de sonreír.

—Para —dice levantando su mentón para que no siga, pero me da acceso a su cuello y aprovecho para marcarlo, sus dedos se clavan en mi cintura y suelto un quejido. —¿estás buscando más? —pregunta presionándome contra ella y asiento.

—Pero antes cuéntame bien la historia.

—No es nada grande, es solo que, cuando fui a Nueva York con Kate, estuvimos en el apartamento de Olivia, habían muchas fotos, pero una captó mi atención —me cuenta y sonrío —esa hermosa sonrisa —toma mi rostro con una de sus manos y me da varios besos en la boca. —esa sonrisa y esos ojos tan hermosos, son lo que me llevaron a ti.

—¿Te enamoraste a primera vista? —ruedo los ojos —qué cliché de tu parte, ¿una foto y ya está?

—Una foto y me propuse enamorar a la futura madre de mis hijos —dice rozando su mejilla contra la mía —serán muy hermosos si se parecen a ti.

Déjame AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora