Capítulo 7.4 El lobato blanco

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Devonn y Kathleen eran la pareja Beta durante el liderazgo de Hazel y Dezmond.

Los varones eran muy unidos, incluso se podría decir que eran como hermanos. Cuando el alfa murió, muchos se entristecieron, pero ninguno como Devonn, él estaba tan devastado como Hazel, por lo tanto, la pareja Beta la apoyó siempre de la mejor manera.

Con el tiempo la herida fue cerrando y la manada siguió como siempre.

Devonn y Katlheen tuvieron un hijo el cual llevaría por nombre Sebastián.

Hazel estaba muy contenta por ellos, sin embargo, comenzaba a preocuparse por su hija y sobrino, así que poco a poco fue descuidando a su manada.

Cierto día la pareja decidió llevar a su hijo a un paseo por el bosque. Durante unas pocas horas se quedaron en un lugar lejano.

El padre le estaba enseñando al niño a cazar algunos animales pequeños. Aun a su corta edad debía aprender a hacerlo, pues querían que pudiera valerse por sí mismo lo antes posible, claro que más que una enseñanza real para él era un juego.

El lobato estaba muy concentrado tratando de atrapar a unas mariposas que llamaron su atención.

El padre, al ver que no lograba tomar alguna, saltó atrapándolas con su hocico, y las puso en la tierra para que las viera. Aquel las olfateo, no estaban muertas pero ya no podían volar.

No se percataron de que alguien les estaba asechando.

La madre estaba sentada a una distancia considerable de ellos, de manera que aquel extraño no pudo verla.

Finalmente Disparó a Devonn.

El lobo cayó desplomado.

Kathleen miró por detrás de su espalda aún sentada, la bala vino de esa dirección. Con un rostro lleno de angustia corrió a Sebastián y lo tomó en sus brazos.

Más balas llegaron mas sólo dándole al lobo que yacía en el suelo.

Kathleen corrió con el lobato buscando un lugar donde esconderlo.

Ella temía por su vida, sabía que ahora mismo su fiel compañero ya debía estar muerto.

Sintió el pavor correr por sus venas, en aquel entonces había muchos cazadores rondando por el bosque pero incluso así no entendía cómo fue que un cazador se adentró tanto.

Miró unos arbustos y dejó al pequeño escondido dentro de ellos.

-Quédate aquí...- Le decía al pequeño.

La mujer se transformó en lobo y justo cuando iba a ir en busca de su amado fue abatida por las balas.

Sebastián vio el cuerpo de su madre caer en el arbusto frente a él. La sangre y pedazos de sesos se esparcieron en todo el lugar, manchando incluso su pelaje blanco.

Estaba tan asustado que no podía reaccionar, solamente temblaba encogido allí en la tierra.

Escuchó pasos, el cazador se acercaba. Aquel jaló el cuerpo de la madre y se asomó dentro del arbusto.

Por unos segundos que parecieron una eternidad, se vieron fijamente a los ojos.

El pequeño vio el rostro de esa persona; una mujer con una cabellera de color sangre y unos enormes ojos color menta.

-¡Hasta que te encuentro! No sé qué mierda tienes en la cabeza, estás insoportable...- Dijo alguien allí.

Notablemente estaba molesto.

La cazadora inmediatamente le vio y alterada respondió.

-Lo arruiné...- Susurró mientras lloraba.

-¿De qué hablas? Laettia- Se acercó a ella.

-No sabía que había escondido a un cachorro... Yo no lo sabía, no lo miré- Gritaba histérica.

Miró dentro del arbusto, el pequeño ya no era un lobo.

-Maldición... ¡Maldita sea... ¡No sabes la gravedad de lo que has hecho...!- Gritó enfadado como nunca lo había hecho antes.

Reconoció al niñito, por lo tanto, asumía que aquella en el suelo era la madre.

-Lo sé, lo sé- Continuaba llorando.

-No tienes ni idea de aquienes has matado... Te dije muchas veces que tenías que dejar la caza y por un estupido berrinche, viniste hasta acá a hacer una...-

-¡No me digas que hacer, carajo!- Le interrumpio entre gritos.

-¡Eres tan terca! ¡No puedes exponerte estando embarazada!-

Aquel le arrebató su arma y le apuntó al pequeño.

-¡¡¿Qué haces?!! ¡No puedes matarlo, es un niño!- Forcejeó para quitarle el rifle.

-Odiabas a los Bleidd-ddyns ¿No?-

-¡Ya déjalo! ¡BASTA!- Se interponía en su camino.

-Tú no lo entiendes, ahora que es un huérfano no será más que una carga. Es mejor así, no lo condenes a una vida de odio y sufrimiento...-

-...- Escucharon lobos acercándose.

Sin decir nada más tomó a la mujer y corrió lejos de allí sin darse cuenta de que ya había alguien observándolos desde hace rato.

Los lobos llegaron viendo aquella perturbadora escena.

-¡El niño sigue vivo!- Gritó alguien.

Xandria se acercó y sacó al pequeño de los arbustos tomándolo en sus brazos. Él tenía una mirada perdida y no dejaba de temblar.

-No hay duda, es ella...- Dijo uno de sus acompañantes.

-Seguramente, Devonn...-

-Debemos decírselo a Hazel, traigan los cuerpos...- Xandria se adelantó.

Rápidamente, volvió a la manada totalmente consternada, al igual que los demás que le seguían.

Sebastián seguía sin reaccionar, ni siquiera prestaba atención a las lágrimas que caían sobre su rostro.

Xandria estaba muy alterada pero pronto Wynford llegó y se le avisó a Hazel de lo sucedido.

Xandria y Wynford se harían cargo de él, lo cuidarían especialmente por ser el hijo de los Betas.

Los otros huérfanos ya discutían entre sí opinando sobre él.

En aquel entonces Sebastián era el último lobo albino que había nacido, toda la manada lo sabía y esperaban las mismas cosas de él como de cualquier otro lobo blanco.

Se creía entre los Bleidd-ddyns que los albos eran más astutos, superiores y que traerían a la manada prosperidad. Por lo que el nacimiento de este mismo trajo mucha alegría a la manada, pues, desde Paisley no había nacido otro albo.

Hazel evidentemente estaba muy mal por la muerte de sus amigos, Devonn y Kathleen, pensaba en que hacer para que nadie más tuviese que morir en manos de los cazadores, razón por la cual tiempo después entraría al negocio de las armas.

THE HOWL OF THE WOLFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora