– Allí fue cuando supe por primera vez sobre el elefante Koi. ¡Necesitaba montarlo! Mi fascinación por montar animales salvajes sólo había comenzado…
Escuché el parloteo de Aang sin prestarle mucha atención. Acariciaba distraído el suave pelaje del bisonte volador y sentía el frío aire en mi rostro. Tantas cosas habían pasado en tan poco tiempo. Y la más extraña no era que estuviera viajando con el Avatar, en vez de cazarlo.
Después de la batalla en Ba Sing Se, el Avatar nos incluyó en sus planes. No sin cierta desconfianza, especialmente por parte de Sokka, el hermano de Katara, que repetía una y otra vez que lo más seguro es que todo fuera una trampa y juegos mentales de los malvados maestros fuego. Sin embargo, la chica tierra, Toph, confiaba en mi tío; más tarde me enteré que ellos ya se habían conocido antes, cuando mi tío y yo nos separamos… O más bien, cuando yo me alejé de él. También Katara había abogado por nosotros, e incluso Aang me defendió diciendo, con su amplia sonrisa, que llegaríamos a ser grandes amigos.
Ese chico era un misterio para mí. No lograba entender cómo podía abrirse de corazón con alguien como yo, que lo había estado atacando con tanta insistencia.
Escuchando sus planes, nos enteramos sobre el eclipse solar y la gran invasión a la capital de la Nación del Fuego.
Si mi padre supiera.
Si pudiera entregarle personalmente esa información, incluso sin llevarle al Avatar. Seguro que sería absuelto de mi destierro y… No. No. Ya había tomado mi decisión. Nunca en toda mi vida, después de la desaparición de mi madre, me había sentido tan querido como en aquellos días. Por extraño que pareciera, cada vez me sentía más conectado con ellos.
Salí de mis ensoñaciones, dándome cuenta de que, sin querer, estaba mirando fijamente a Katara. Ella me devolvió la mirada con una suave sonrisa. Sentí un calor extraño en el rostro y retiré la mirada avergonzado, intentando concentrarme de nuevo en el relato de Aang.
No logré concentrarme. Mi mente volvía a los sucesos de los últimos días.
Como muestra de agradecimiento por la confianza que Aang nos mostró, tío Iroh reveló secretos que incluso yo desconocía. Primero, mi relación con el Avatar. ¡Resulta que el Avatar Roku era mi bisabuelo materno!
– Y tú que querías matarme. Ven a darle un abrazo a tu querido abuelito. –había respondido Aang, haciendo una mala imitación de un anciano. Todos reímos tontamente. Aang era un chico tan dulce y alegre, que era difícil no contagiarse de su optimismo. Me agrada.
La siguiente revelación fue que el tío Iroh pertenecía a una sociedad secreta que busca ayudar al Avatar: La Orden del Loto Blanco.
– ¿Ese club tuyo para jugar Pai Sho? –pregunté sorprendido.
– Claro que sí sobrino –contestó–, pero no sólo para jugar o tomar el té. También para compartir conocimiento y velar por el entrenamiento del nuevo Avatar en cada generación. Somos una comunidad antigua, poderosa e independiente de las políticas de las cuatro naciones. Sin embargo, creo que es momento de buscar algo de ayuda, para este importante día que se avecina.
Así fue como, después de algunos días, el grupo se separó. Iroh buscaría aliados entre los miembros del Loto Blanco para el día de invasión.
Sokka y Toph se quedarían en Ba Sing Se, planeando la estrategia de invasión con el rey del reino tierra y vigilando el encierro Azula y sus secuaces. Era de vital importancia mantener el secreto sobre la invasión, así que debían asegurarse que nadie escapara o se comunicaran con la Nación del fuego.
Aang, Katara y yo seríamos una pequeña fuerza de avanzada, adentrándonos en el territorio del reino fuego y preparando la llegada a la fuerza principal, mientras entrenaba al Avatar en el fuego control.
Antes de partir, me encontré por un momento con Mai, mi antigua novia. Cruzamos miradas, pero no las sostuvimos mucho tiempo y no nos dijimos nada. Ambos habíamos tomado nuestras decisiones y ella pertenecía a un pasado al que no quería regresar jamás.
Todo había dado un giro completo en muy poco tiempo. Dejar de perseguir al Avatar para… ¿acompañarlo? ¿Entrenarlo? ¿Unirme a sus planes de… derrotar a mi padre? Y sí, allí estaba, feliz de ayudar, feliz de ser parte de esta historia, de estar acompañado de estos chicos. Sintiéndome tranquilo y querido.
De nuevo me había quedado mirando a Katara. Ella me sostenía la mirada. Esa vez no la retiré. Por un momento fue lo único que importó, esa mirada llena de paz, esa sonrisa llena del calor de un sol matutino. No supe cuánto tiempo permanecimos así, mirándonos, tal vez sólo fue un momento, o tal vez fue mucho tiempo. No lo sé. De repente ambos nos dimos cuenta que había demasiado silencio. Aang había dejado de hablar y nos miraba inexpresivo. Cuando ambos lo miramos, éste se giró y siguió mirando hacia el frente, sosteniendo en silencio las riendas de Appa.
– ¿Y qué sucedió después Aang? –preguntó animadamente Katara.
– No importa. No parece que estén poniendo mucha atención, de todas maneras –replicó taciturno Aang.
– Claro que sí –repuse–. Por favor, cuéntame si lograste montar al mandril elefante.
– Sí, porfa Aang, cuéntale. Esa historia me encanta. –dijo Katara mientras abrazaba a Aang sobre el hombro.
– Pues, sí que es divertida –respondió Aang con una voz un poco más animada–. Sucedió cuando…
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La decisión de Zuko
FanfictionEste fanfic inicia en el capítulo 20 de la segunda temporada de Avatar: La leyenda de Aang y plantea lo que para mí hubiera sucedido si en aquella "encrucijada del destino" (nombre del capítulo) Zuko hubiera tomado una decisión diferente. Avatar: L...