El Avatar Roku nos acompañó en silencio durante un tiempo. No sé decir si segundos, horas, o días. Todo a nuestro alrededor era neblina. El antiguo Avatar no contestaba ninguna de nuestras preguntas, tan sólo avanzaba en silencio, cerca para no perdernos de vista, mientras Katara y yo, cogidos de la mano, lo seguíamos.
De un momento a otro, se detuvo. Señaló un camino que se iluminaba entre la niebla y, con un rictus de dolor, desapareció. Seguimos el camino, cada vez más preocupados por lo que nos esperaba.
El lugar al que llegamos era extraño. En el cielo se veían patrones ondulantes de color azul, teñidos de rojo y purpura. A lo lejos había enormes formaciones rocosas en pico, similares a las que había de menor tamaño por todo el suelo, como si fueran reflejos distorsionados unas de las otras. Pequeños riachuelos se movían aquí y allá, cada uno en un sentido diferente. En el centro, un árbol nudoso, retorcido y seco, con un gran agujero en la mitad, del cual salía un resplandor que… sólo podría describir como maligno, por la sensación que me generaba. Frente al agujero estaba Aang, sentado en flor de loto. Los tatuajes de su cuerpo iluminados levemente, como cuando entraba en estado Avatar, pero el tono era incorrecto. No era blanco puro, sino tirando más al rojo, muy similar al brillo que salía del árbol. Nos soltamos las manos y nos acercamos con cautela.
– Hola Aang –dijo Katara, intentando sonar tranquila.
– Cállate –respondió Aang sorprendiéndonos. El brillo en el árbol parpadeo–. Perdona Katara, no te hablaba a ti. Si no a un viejo-nuevo amigo.
Aang abrió los ojos. Tenían el mismo brillo de sus tatuajes. Se levantó y descendió con aire control, acercándose. Ambos retrocedimos un paso, sintiendo un terror instintivo.
– Hola Katara y Zuko. Que inesperado verlos acá –dijo Aang mirando con sus ojos sin pupila más allá de ellos–. Al parecer varias de mis reencarnaciones se resisten al cambio. Que tontos. Esto es para mejor.
Aang abrió más los ojos y el brillo rojizo cobró fuerza en su cuerpo. Se escuchó un grito, pero este parecía provenir de ningún lugar y desde todos al mismo tiempo.
– ¡Basta Aang! –gritó Katara con angustia y se acercó un paso hacia él– ¿Qué haces? ¿Qué te pasó?
– ¿Qué hago? –preguntó Aang y se giró hacia ellos, disminuyendo el tono rojizo de su brillo– Por mucho tiempo busqué una solución, una cura para todo este dolor que sentía. Pensé que el Gurú me ayudaría, pero él también me engañó –dijo mirando con furia a Katara–. Busqué en el mundo físico y en el mundo espiritual, hasta que escuché una voz –explicó, girándose para acariciar una de las raíces del árbol a su espalda y el tenue resplandor que salía del agujero parpadeó en respuesta–. Sólo… estoy haciendo lo que se debe hacer. Estoy… eliminando el dolor. No quiero… más dolor.
– Aang, no sé lo que está pasando, pero aléjate de allí –le pedí, acercándome un paso hacia él–. Puedo percibir que estas en peligro. Tu anterior reencarnación… Todos estamos preocupados por ti. Te ayudaremos.
– ¿Tu? ¿¡Ayudarme!? –estalló Aang y de nuevo el brillo se intensificó, cada vez más rojo, más oscuridad que luz– ¡Tu, tu eres el culpable de todo! Debo. Eliminar. El dolor.
Aang respiró hondo y, con un movimiento perezoso de su mano, envío una esquirla del suelo disparada hacía mí. Apenas consciente de lo que estaba sucediendo, me quedé inmóvil mientras veía la esquirla acercarse.
Quien sí reaccionó por instinto fue Katara. Se atravesó en el camino del proyectil.
Katara cayó al suelo a unos cuantos metros, empujada por el impulso. Su ropa manchada de sangre. Un trozo de roca saliendo de su pecho.
Todo estaba sucediendo tan rápido. Todo era tan extraño. ¿Quién era esa mujer moribunda que se parecía a Katara? Todo quedó en silencio. El brillo que antes salía del cuerpo de Aang desapareció. Él y yo nos quedamos quietos, mirando el cuerpo tendido de… ¿Katara?
– ¿¡Qué hiciste!? –preguntó Aang
– … ¿qué hice? –repetí para mí mismo, aturdido, mirando el cuerpo ensangrentado– ¿¡Que qué hice!? –pregunté, levantando la mirada hacia Aang, por fin entendiendo lo que estaba sucediendo. Sintiendo más odio del que había sentido jamás– ¿¡Qué hiciste tú!?
Consumido por la ira, ataqué con todo mi fuego control al Avatar. Me envolví en fuego. Todo yo era fuego. Mi sangre bullía, mis lágrimas se evaporaban en la comisura de mis ojos. Lance una llamarada tras otra con los puños cerrados hacía aquel despreciable ser.
El brillo rojizo volvió al cuerpo Aang. Se defendía de mis ataques, a veces desviándolos con fuego control, a veces contrarrestándolos con otro control elemental, pero no contratacaba. Recibía ataque tras ataque mientras retrocedía. No me importaba. Quería destruirlo. O destruirme en el proceso.
– ¡Era tu amiga! Y tú la… la has… –las palabras no eran capaces de salir de mi boca, así como mis lágrimas no lograban llegar a mis mejillas por el intenso calor que estaba irradiando– Yo… ¡Yo la amaba más que a nada en el mundo! –grité mientras lanzaba con ambos puños una fuerte llamarada que lanzó a Aang contra el árbol.
– Yo también la amaba –dijo Aang mientras sus ojos volvían a la normalidad. Parecía estar sufriendo un gran dolor, pero no por el ataque recibido, sino desde el interior–. Rápido Zuko. Acaba conmigo. Si no lo haces ya, no creo que pueda detenerlo. El dolor… el dolor es demasiado fuerte –dijo, mirando hacia donde yacía Katara–… ¡Rápido Zuko! Reestablece el equilibrio.
Estaba furioso con Aang por lo que había hecho. Estaba dolido y furioso. Pero cuando vi los ojos de Aang, también sentí su dolor. Sentí que sufría el mismo tormento que yo. Entendí lo que había dicho, su necesidad de eliminar el dolor. Los ojos de Aang empezaron a brillar de nuevo, su rostro se contrajo por el fuerte dolor de la lucha que debía estar librando en su alma.
Con un grito desesperado, lancé todo mi fuego hacia Aang, hasta la última ascua de mi alma. Él lo recibió sin defenderse, resistiéndose al espíritu que lo había intentado controlar.
– ¡Nooooooo! –gritó una oscura y furiosa voz proveniente del árbol, que dejó de brillar al momento, mientras el cuerpo de Aang se consumía por el fuego.
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La decisión de Zuko
FanfictionEste fanfic inicia en el capítulo 20 de la segunda temporada de Avatar: La leyenda de Aang y plantea lo que para mí hubiera sucedido si en aquella "encrucijada del destino" (nombre del capítulo) Zuko hubiera tomado una decisión diferente. Avatar: L...