𝐁𝐑𝐀𝐙𝐈𝐋 𝐈𝐍 𝐉𝐀𝐏𝐀𝐍𝐄𝐒𝐄| ʙʟᴜᴇ ʟᴏᴄᴋ & ᴍ! ᴏᴄ

𝐗𝐗𝐗𝐈

❝𝘗𝘦𝘳𝘧𝘰𝘳𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘺 𝘫𝘰𝘺𝘢𝘴❞

╰►Osvaldo se sentía nervioso mientras el peluquero comenzaba a lavar su cabello. Había sido una decisión arriesgada teñir sus lindo afro de un color rojo granate, similar al de Sae. ¿Cómo podía atreverse a teñirse con el mismo color de cabello que su rival, amigo o casi algo? Después de la última pelea, el brasileño no tenía claro qué tipo de relación compartían. Se pasaban insultos en entrevistas, pero luego tenían citas secretas donde todo fluía sin necesidad de palabras, llegando hasta un afectuoso beso.

"Qué patético"—pensó Osvaldo al recordar avergonzado la última cita.

Miró de reojo a sus amigos, con su habilidadosa audición pudo escuchar que chismoseaban sobre Sae. Las noticias japonesas estaban quemando vivo al peli granate, pero dudaba que le importaría eso

Davi y Alec no soportaban a Sae. Siempre estaban al borde de la explosión en los partidos, dejándose llevar por la más mínima provocación. En cambio, Osvaldo era diferente. Grosero y un poco engreído, sí, pero también vago. Rara vez se dejaba llevar por provocaciones, a menos que fueran de alguien cercano o relacionado con su trabajo.

Con los ojos cerrados, Osvaldo se negaba a ver el resultado. ¿Y si el color no le quedaba bien? ¿Habrían dañado su cabello? ¿Qué diría la gente? Finalmente, abrió los ojos lentamente y se deslumbró con el reflejo en el espejo. Sus rizos ahora eran un rojo granate, un tono un poco más oscuro que el de Sae. El color se fundía perfectamente con su piel oscura y sus ojos miel. No pudo evitar formar una sonrisa emocionada.

Se quedó mirando en el espejo un buen tiempo, podía concluir que esto era una nueva etapa en su vida después de todo. Osvaldo azul irritante había muerto, ahora era Osvaldo granate baja autoestima nació.

"Carajo, ¿Qué demonios estaba pensando?"—pensó nervioso al ver la mirada juzgadora de Davi en él—Davi, ¿Te sientes bien?

—De maravilla, Osvaldo—le dedicó una pequeña y tensa sonrisa—¿Donde quieres ir ahora?

—Vamos a mi casa, quiero visitar a mis hermanos y abuela—se dio la vuelta y sacó dinero de sus bolsillos para pagar—Gracias.

Los tres amigos salieron de la peluquería, el aire fresco acariciando sus rostros bellos. Esperaban un taxi que los llevaría a las favelas, donde Osvaldo había vivido con su familia en tiempos más humildes. Ahora, con su cabello afro teñido de un rojo granate y una boina negra que le daba un aire extravagante, Osvaldo se destacaba entre la multitud.

Apoyado en una de las paredes del local, Osvaldo se aburría mientras esperaba. Alec, siempre impaciente, se le unió. Juntos, miraron al vacío, perdidos en sus pensamientos. Fue entonces cuando el amigo rubio rompió el silencio: