Y tú, ¿Quién eres?

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Llegó el momento de irnos, no había nada que nos retuviera aquí. Maggie y yo no tendríamos nada lo dejamos claro renunciamos a nuestro amor mutuamente, con Adria todo salió mejor de lo que hubiéramos creído. Los mensajes de Claris a mi celular llegaban cada día, pero no respondí, consciente de que faltaba poco para que se fuera.

Nos quedaban tres días en el país, pero hay algo en este lugar que siempre me ancla aquí. Iba camino a mi oficina cuando escuché a un hombre hablándole fuerte a Isaac.

—Señor, como le mencioné anteriormente, no puedo permitirle ver al señor Fuentes sin una reunión previamente programada. Además, no tengo conocimiento de cómo logró llegar a este piso.

—Se sorprendería de lo que uno puede hacer cuando realmente desea algo. Solo necesito unos minutos, nada más.

—Lamento mucho la situación, pero no será posible hoy. Si persiste, me veré obligado a llamar a seguridad.

—¿Por qué ocultan tanto su presencia? No es el presidente —dijo elevando la voz.

—Por favor, le he explicado que sin una cita previa no puedo permitirle ver al Abogado Fuentes.

—Le aseguro que él está interesado en hablar conmigo.

—Entiendo su posición, pero si está de acuerdo, puedo tomar sus datos y coordinar una cita para usted.

—Vamos, Isaac, ¿me equivoco en que ese es tu nombre? No estoy buscando una cita, quiero verlo ahora mismo y no me moveré de aquí hasta que lo haga.

En ese momento, decidí intervenir.

—Parece que no escuchaste a Isaac, te dijo claramente que no te atenderán sin cita.

—Y tú, ¿Quién eres?

El individuo frente a mí era un completo desconocido. No tenía la más mínima idea de quién era o qué quería. Con un estilo que parecía sacado de una pasarela, su apariencia denotaba conocimiento en moda. Aunque vestía de forma casual con jeans, zapatillas y una sudadera negra, irradiaba elegancia.

—Las preguntas las hago yo. ¿No crees que con una negativa de Isaac ya sería suficiente?

—Vamos a ver, ¿crees que por llevar traje y corbata me vas a intimidar? Estás equivocado. Mi ropa vale tanto como la tuya o más.

—¿Y crees que no sé de moda, niño? Podría enumerar cada marca que llevas puesta. Pero ¿para qué discutir contigo? Supongo que tu mundo gira únicamente en torno a la moda, ¿verdad? Porque lo dejas notar cuando no entiendes reglas básicas como: sin cita, no te atenderán.

Terminé de hablar, y los ojos del individuo frente a mí se abrieron lo suficiente como para notar su sorpresa.

—Eres tú, claro que eres tú.

—¿De qué hablas?

—Solo mírate, Jonathan Fuentes, ahora lo entiendo todo. Eres igual de arrogante que yo justo como a él le gusta.

Con ese comentario, ya no tenía a un desconocido frente a mí. Bastó esa frase para identificar al imbécil delante de mí.

—Andrés. Susurré.

—Así que te ha hablado de mí.

—¿Qué quieres?

—Hacer las cosas de manera honesta. Además, quería conocerte para entender mejor, pero ahora todo me queda claro. Jonathan, vengo a recuperar lo que es mío, y no te tendré consideración.

—¿Qué te hace pensar que puedes marcharte y luego regresar como si nada hubiera pasado?

—Cuando veas sus ojos frente a mí, lo entenderás.

Claris Olsen Mi Verdadero AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora