Esto es un error

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Han transcurrido apenas tres meses desde mi regreso a Perú y todo ha experimentado un cambio drástico. En primer lugar, mi relación laboral con Maggie ha adoptado un enfoque más políticamente correcto. Ahora nuestra amistad básicamente no existe. A pesar de estos cambios, mis sentimientos hacia ella siguen siendo firmes. Aunque nuestra relación laboral se ha vuelto distante y formal, mi amor por ella no ha disminuido en lo más mínimo. Es evidente que hay una barrera entre nosotros, una especie de muro invisible que dificulta nuestra conexión, pero al mismo tiempo, percibo un destello de reciprocidad por su actitud distante.

Nicolás continúa desempeñándose en el bufete, y nuestra relación laboral sigue siendo impecable. Sin embargo, lo más notable es cómo nuestra amistad se ha fortalecido con el tiempo. Nos hemos tomado el tiempo para conocernos aún más. Ambos somos conscientes de los sentimientos que hay entre nosotros, y hemos hecho un esfuerzo consciente por preservar lo que hemos construido.

Mi salud mental se ha convertido en mi peor enemigo últimamente y soy plenamente consciente de ello. Desde que Maggie dejó claro que entre nosotros no habría nada más, mis ataques de ansiedad han regresado con fuerza. Cada día es una batalla para mantenerme a flote, pero el miedo más grande que tengo ahora es que hace apenas cuatro días estuve al borde de una disociación total.

El recuerdo de ese momento me persigue como una sombra, y a menudo me encuentro apretando mis manos con tanta fuerza que siento que podrían romperse. ¿Cómo puedo ser tan débil, tan incapaz de enfrentar este torbellino de emociones y pensamientos que amenazan con ahogarme?

El último episodio de disociación que experimenté fue antes del intento de acabar con mi vida. Recuerdo la sensación de estar completamente desconectado de la realidad, como si estuviera observando mi vida desde afuera, incapaz de sentir o actuar.

¿Cómo puedo seguir adelante cuando cada día es una lucha interminable contra mis propios demonios internos? La idea de caer de nuevo en ese abismo oscuro y sin fin me aterra más que cualquier otra cosa en este mundo.

En mis antiguas sesiones con Claris, le expliqué que el día en que la navajilla cortó mi piel, no estaba actuando como Salomé frente al rey Herodes; estaba paralizado por el miedo, abrumado por una avalancha de voces en mi mente. Cada una instándome a seguir adelante con aquel acto desesperado.

Durante las últimas seis semanas, he buscado ayuda profesional, visitando a tres psicólogas diferentes y a un psicólogo, pero hasta ahora ha sido en vano. Con algunos, no logro establecer una conexión de confianza, mientras que con otros siento que simplemente estoy pasando por una entrevista social, sin llegar al fondo de mis problemas.

Soy plenamente consciente de que necesito ayuda profesional con urgencia; lo sé porque cada mañana me enfrento a la heridas que han abierto nuevamente el hielo en mi manos.

Hoy el cielo está cubierto de nubes, así que cierro la pequeña cortina de la ventana del avión, al igual que mis ojos, con la esperanza de conciliar el sueño. Sin embargo, sé que será inútil; desde hace noventa días, no he logrado dormir más de cuatro horas seguidas.

Nicolás ha estado en casa durante el último mes debido a problemas en su departamento, y creo que seguirá así durante el próximo mes también. He tratado de ocultarle mi problema para dormir, ya que siento que revelarlo solo empeoraría las cosas.

Mientras los altavoces del avión anuncian que estamos preparados para aterrizar, abro los ojos y me sumerjo en una reflexión sobre todo lo que tengo por delante. Me dirijo hacia el bufete principal; cuando asumí temporalmente la cartera de Anette debido a su embarazo, llevé un caso a juicio sin que ella estuviera al tanto. Por eso, Anette me pidió que la acompañara a la corte, ya que no estaba tan familiarizada con el caso como yo lo estaba. Además, Maggie me había dejado una montaña de documentos para firmar.

Claris Olsen Mi Verdadero AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora