Era el día de entrega del informe escrito de mi examen de grado. Los planetas se alinearon para que ese martes muchas personas pudieran ayudarme y todo resultara bien. Sin embargo, como dicen por ahí "hay que devolver la mano" de alguna forma y ese día tuve que hacerlo en la micro.
A las 10 am esperaba cualquier micro que me dejara en el metro, a esas alturas lo único que quería era imprimir y entregar mi informe, llevaba 3 semanas trasnochando y estaba agotada. Así es que, apenas se detuvo la primera micro, me subí sin mirar. Hacía un calor primaveral a esas alturas que provocaba que la gente anduviera con sus chalecos y polerones en la mano.
Apenas me subí vi a una chiquilla apoyada en uno de los ventanales de la micro con la cara un poco pálida. Un segundo después escuché que decía "¡Ayuda!" y se desvaneció. Un tipo cerca mío alcanzó a sujetarla antes que cayera al suelo. Pero como él no sabía qué hacer con la desmayada preguntó y ahí salté yo, cual enfermera, a dar órdenes diciéndole que pusiera la cabeza de la chiquilla en el suelo, le levanté los pies y le hablamos para ver si recuperaba la consciencia.
Un señor le avisó al chofer de la situación, ante lo cual, detuvo la micro y abrió las puertas para que entrara aire y así la señorita recuperara la consciencia. Cinco segundos más tarde, la joven abrió sus ojos y comenzamos a preguntarle si tenía alguna enfermedad o si había desayunado. Ella nos dijo que "no", por lo que asumimos que se había desmayado por no haber comido nada. Y como no contaban con mi astucia, saqué un jugo de mi mochila y se lo dimos inmediatamente.
Así pudimos pararla y un señor amablemente , le cedió el asiento, mientras que otro, le regaló su sándwich "para que tome desayuno mijita" le decía. El chofer retomó la ruta y todos seguimos preocupados por la desmayada. Llamaba la atención cómo todos la miraban revisando si nuestra "bella durmiente" se sentía bien. Uno a uno se acercaban para ofrecerle un dulce o darle un consejo antes de bajarse de la micro. Y, cuando más me sorprendí, fue cuando al llegar al metro Escuela Militar, el propio chofer se acercó a la señorita a preguntarle si se sentía mejor.
Creo que ejemplos como ese nos sirven para quebrar la cotidianidad y valorar nuestra humanidad por sobre todo.
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Historias de metro
Kort verhaalEl recorrido a la universidad puede resultar simple para un Santiaguino común, sin embargo para una magallánica resulta ser un mundo de historias cada día. Esta es una recopilación de las historias que viví en mis viajes de metro...