CAPÍTULO II

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Recuerdo que un día estaba en mi trabajo, había sido un día duro, pasé toda la mañana revisando unas muestras de heces de los acociles que había en el laboratorio. Estudié biología y trabajo en el acuario de la universidad del valle, ahí me encargaba del mantenimiento de los animales. Habíamos detectado la muerte repentina de varios especímenes. Por los signos de decoloración del exoesqueleto y la degradación de los órganos internos que mostraban los cadáveres, lo había atribuido a una intoxicación por metales pesados y trataba de averiguar qué metal era el que había intoxicado la pecera. El proceso era tardado, se me había ido toda la mañana realizando un análisis fecal. Era un trabajo un poco molesto, tenía que pasar por un proceso de filtrado, secado y dilución de la muestra para determinar el tipo de metal que estaba afectando a los animales.

Dejé de lado un rato el trabajo y salí del laboratorio a despejarme un poco del estrés. Estaba en la terraza del edificio, saqué un cigarro y lo encendí. Mientras fumaba, me di cuenta de que un grupo de hormigas rojas caminaban por la pared, todas iban formadas y en una misma dirección. Me acerqué un poco más para observarlas mejor, pero no me di cuenta de que el humo del cigarro llegó hacia ellas y de un momento a otro todas comenzaron a moverse en todas direcciones huyendo del humo. Sus movimientos eran erráticos y sin sentido, incluso algunas cayeron de la pared. Justo en ese momento recordé a aquellas hormigas porque la escena frente a mí era una copia idéntica.

El ataque de Evan a la señora Roberts desató la locura en los vecinos. Todos corrían en todas direcciones tratando de escapar de Evan y él no dejaba de hacer ese horrendo sonido mientras masticaba la muñeca de la señora, parecía como si succionara la sangre del miembro que acaba de arrancar, miraba a los vecinos como si estuviera decidiendo a quien más atacar. La señora Roberts estaba desmayada en el suelo, por alguna razón tenía hemorragia interna, ya que comenzaba a ahogarse con su propia sangre, trataba de tomar un poco de aire, algo que le regresara la vida que se le estaba escapando, pero era inútil. Cada gota de sangre que perdía era un segundo de vida que se iba de sus manos. Su cara, su pecho, todo su cabello se empapaba poco a poco de la espesa sangre que de su boca emanaba y a la vez se diluía en las corrientes de agua que se dispersaron por el suelo, era una escena muy deprimente.

No era un secreto que la señora Roberts era una persona muy antipática, llena de rencor hacia la vida después de haber quedado viuda por culpa del cáncer, una enfermedad que arrastró a su difunto esposo por cinco largos años llenos de dolor, pero nadie, ni siquiera ella merecía morir así. Toda muerte de una persona debe ser un suceso difícil de presenciar, pero ver morir a alguien de una manera tan brutal, bajo la lluvia y en soledad era deprimente. Lo irónico fue que la sangre se diluyera de inmediato en el agua, como si su muerte fuera olvidada tan repentinamente como se había dado. No tenía hijos y ningún pariente cercano que se le conociera, nadie la visitaba y creo que por eso tenía el carácter que tenía. No podía evitar pensar que alguna vez fue una mujer joven, feliz, sonriente y llena de amor hacia su esposo, pero esa mujer había quedado atrás y solo quedaba su cadáver frío bajo la lluvia.

El último intento de la señora Roberts por llamar la atención quedó frustrado por el caos imperante, mientras los vecinos, sin saber muy bien qué hacer, trataban de esconderse, de alejarse de esos dos hermanos que sin razón alguna los habían atacado. La lluvia no ayudaba mucho, era esa lluvia grande, tosca que nublaba la vista. El pequeño Evan, o la sombra del que alguna vez fue el pequeño Evan, se había colocado sobre la entrada del edificio como prediciendo la estrategia de los demás, yo estaba tan absorto en la herida de Mari y en la muerte de la señora Roberts que no me había detenido a pensar en Clara y el niño, ellos seguían en la casa, a salvo, pero tenía que llegar con ellos a como diera lugar. Me acerqué a la ventana, por suerte nuestra habitación daba hacia afuera del edificio y podía intentar hablar con Clara por ahí.

Black Eyes #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora