Capítulo dos.

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Cuando al día siguiente Kurt se despertó le dolía la cabeza como una jodida mierda

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Cuando al día siguiente Kurt se despertó le dolía la cabeza como una jodida mierda.

Se frotó los ojos incorporándose lentamente, el sol de mayo golpeaba su rostro mientras observaba a Dave y Krist dormir al lado de él, en la cama que solía compartir con Curtney.

El día anterior no se había emborrachado, pero la resaca de los cigarrillos podía llegar a ser el doble de mala: sus ojos secos y garganta rasposa lo demostraba.

Se irguió lentamente dispuesto a ir a beber agua, y antes de salir bajó las persianas de forma silenciosa para que el sol no interrumpiera el sueño de los otros chicos. No abandonó la habitación hasta que se aseguró de que estaban bien cubiertos con las sábanas.

Avanzó a la cocina como un alma en pena y bebió agua, quitándose de su boca el sabor a tabaco de la boca de una vez por todas, maldiciendo a Axl Rose, sabiendo que no podría cantar hasta dentro de unos días.

Resulta que el pelirrojo y el habían hablado durante horas. Cada vez que un cigarrillo se acababa, Axl sacaba otro para compartirlo, y discutir del tema más tonto al más importante. Kurt no negaba que había sido agradable.

Cuando Kurt hablaba con Axl se sentía comprendido, pero también observado.

Ese jodido pelirrojo exótico, con cara de niño delicado y rico no era consciente de lo que hacía en el momento en el que decidió buscar a Kurt de esa manera. Hablar con el, fumar como camioneros juntos y oler sus notas a wisky tiene el mismo efecto que la heroína.

Relajante, peligroso al saber que en cualquier momento podría ser traicionado por el, emocionante de alguna manera especial. Kurt no podía negar que Axl sabía que hacer para que la gente le confesara lo que él quisiera en el momento exacto. Casi comparable a un reloj, o una calculadora.

Sabía que la idea era suicida, pero igualmente copió en un papel ese número de teléfono. El mismo que el pelirrojo tanto le había insistido en escribirle en el brazo, y luego lo colgó en la puerta de la nevera.

Sonrió cuando estuvo a la vista y avanzó hasta sentarse en la mesa de la cocina. No iba a comer, no se sentía con ánimos para hacerlo.

Cogió un trozo de papel, dispuesto a hacer lo que fuera con tal de que una inyección de heroína no acabara en sus brazos.

No lo hacía por el. Lo hacía por los chicos, y tal vez también por Curtney, aunque no estaba seguro. Simplemente garabateó sobre el papel figura aleatorias hasta que alguna letra apareciera en su cabeza, pero el componer sin estar drogado o haciéndose una paja era como una patada en la nariz.

Suspiró y jugó con el bolígrafo, y así pasó una media hora, hasta que dejó de sentir sus piernas por el frío. Y escuchó un sonido proveniente del pasillo.

Dave aparecía por el con el pelo largo cubriéndole la cara, y con una camiseta suya que el le había puesto la noche anterior.

—Buenos días, princesa—dijo el rubio, y Dave en ese mismo instante puso los ojos en blanco, sentándose encima el encimera de la cocina mientras se frotaba la cara.

𝐉𝐔𝐒𝐓 𝐎𝐍𝐄 𝐂𝐈𝐆𝐀𝐑𝐑𝐄𝐓𝐓𝐄, Kurtaxl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora