Capítulo 08

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Mi cuerpo entero se hallaba en una oscura tensión, porque ahora mismo me encuentro en una oficina de gran porte parada frente a un escrito en donde Adler, con un puro en la boca, me observa de pies a cabeza desde su gigantesco sillón de cuero negro

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Mi cuerpo entero se hallaba en una oscura tensión, porque ahora mismo me encuentro en una oficina de gran porte parada frente a un escrito en donde Adler, con un puro en la boca, me observa de pies a cabeza desde su gigantesco sillón de cuero negro.

Muy apenas había estado en mis cinco sentidos cuando me arrastro aquí, muy lejos de aquel salón donde descansaba ese felino llamado Orión, pero ahora que era consciente de mis actos y de la situación en donde estoy, comprendo que estoy en medio de serios problemas. Porque ahora mismo Adler acaba de terminar una llamada, de la cual mucho no me enteré porque jamás me interesó aprender alemán, a pesar de lo mucho que mis padres se habían esforzado por enseñarme. Realmente siempre fui una niña muy testaruda y eso ahora me estaba pasando factura, aunque solo sabía una única oración en aquel idioma y me parecía irreal utilizarla con un hombre como Adler.

A pesar de que no me costó demasiado comprender que lo que escuchó no lo había contentado para nada. Aunque a decir verdad, yo creo que nada podría hacer que este hombre sonría además del dolor ajeno. Era un puto sádico.

Y eso lo comprobé cuando se tiró hacia atrás en su asiento, mientras expulsaba el humo de su puro por la boca en un hipnótico movimiento. Amelia, no seas estúpida.

Intentaba, pero mientras la lluvia azotaba violentamente la ventana y la luz del día nublado junto a esa blanquecina nieve era lo único que nos iluminaba, la tensión se palpaba notablemente y el morbo de su mirada acompañaba la ira que acarrea su cuerpo completamente tenso y preparado para atacar. Parecía un maldito animal salvaje y si Orión no me ataco, Adler sí lo haría.

—No solo escapaste de la habitación, si no que la destruiste por completo y noqueaste a mi mano derecha—me miró fijamente, pero yo me mantuve firme—realmente estás mal de la cabeza, preciosa.

Habló con una sonrisa torcida y de alguna manera lo vi de forma irónica. ¿Yo estaba mal de la cabeza por luchar por mi vida? ¿Entonces qué era él? Yo digo que un maniático.

Muy alejado no estaba teniendo en cuenta que me mira como si fuera un maldito animal asustado que será su comida favorita, pero aun así, aunque sigo un poco consternada por el miedo, me mantengo en mi lugar con mis manos hechas puños. Vamos, Amelia, eso quiere, que tiembles, pero no lo permitas.

—¿Qué haré contigo, princesa?—preguntó vacilante y yo tragué grueso ante el tono perverso que uso.

—Matame—hablé casi sin pensar, provocando una risa en él.

—Créeme que es lo que más anhelo, pero tengo en mente otras muchas más cosas que podrían ser un buen castigo para ti.

En ese momento me paralice, mientras lo veía apagar el puro en su maldita mano sin hacer gesto alguno, como si el dolor fuera algo completamente cotidiano e incluso por su mirada diría que placentero. Por Dios, dónde estoy metida.

Realmente no entendía para nada a este hombre, porque jamás me había encontrado a nadie igual y nunca me enfrente a algo de esta magnitud, por eso mismo solo lo observo en silencio mientras se levanta de aquel imponente sillón para acercarse a paso lento hacia donde me encuentro, porque sé que haga lo que haga él terminará por hacer lo que quiera conmigo y solo quiero que termine esto de una vez por todas. Estás siendo igual de cobarde que siempre. Cállate.

Ruleta Rusa © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora