Habían pasado dos días en que Candy era atendida por la mucama de mi madre, esa que llevaba años con ella, y que era de suma confianza, ya que yo no me atrevía a acercarme. La escuchaba siempre quejarse:
"Señora, por favor, dígame dónde estoy", con disgusto, con mucha molestia.
Ella simplemente callaba, mientras la atendía. Cada una de sus palabras era un dardo contra el pecho, pues hablaba de cómo quería ver a sus hijos y a su esposo. Rogaba, suplicaba, pero no obtenía nada. Y luego, también me remató con algo que dijo, algo que fue, no, no como un dardo al pecho, sino como un navajazo:
"Señora, por favor, que estoy esperando un hijo de mi esposo, y lo que quiero es protegerlo".
¿Un hijo? Tanto la dama como yo nos quedamos congelados por un momento. Candy estaba embarazada de ese. Y ya, con la edad de ambos, sería difícil lograrlo otra vez. Esto nos imposibilitaba más el asunto.
"Mi esposo no lo sabe aún, pero no dudo de que se entere pronto".
No, si yo podía evitarlo. Quizá podía usar ese embarazo como una forma de dar a entender que ella ya había estado conmigo. Aunque estaban las amigas allí, y a lo mejor ya lo sabían. Bueno, eso no importaba. No sería difícil convencer a la prensa de estas noticias, pero conmigo, y así convencer a Albert de que Candy le había fallado. Eventualmente tendría que callarse, y más si le decíamos que no volvería ver a sus otros hijos. Bueno, tenía que hablarlo con mi madre, y para suerte, ella saldría ese mismo día del hospital. Entonces podríamos hacer planes. Quizás podíamos irnos inmediatamente a Estados Unidos, antes del fin de semana.
Qué sé yo, yo estaba desesperado. Era demasiado imaginarlo todo con la mujer que cambió mi vida, pero la realidad es que quería vivirlo, aunque fuera sólo por un momento. Y en eso le debía un agradecimiento grande a ella, porque si no hubiera sido por Eleanor, no lo hubiera hecho, no me la hubiera llevado de ese hospital. Lo que no calculé en ese tiempo fue el amor que desarrollaron esos dos cuando vivieron juntos. Ese vendría a golpearme en la cara después, mucho después...
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"William, acá...", comenzó a llamarlo Georges.
Albert se nos acercó con gesto nervioso. Había adelantado su regreso lo más posible, pero aún así, ya Candy llevaba cinco días desaparecida.
"¿Han sabido algo?"
Georges y Patty y Annie se miraron y luego bajaron la cabeza.
"William, hijo, primero, compremos un café y sentémonos a hablar".
"Pero Candy está bien, ¿no?"
"Está bien. No está en peligro", terminó Georges, aunque la cara y el silencio de Annie y Patty lo dejaron congelado.
"Quiero la verdad... Bueno, vayamos a tomarnos ese café, y me cuentan con calma".
Los cuatro caminaron en silencio hacia la cafetería de la estación de trenes, y allí se sentaron en una mesa. Habiendo pedido su orden, Albert los miró a todos, preguntando con la mirada.
"Alguien me puede decir qué pasó con Candy después del ataque. Según me contaron Patty y Annie, Candy estaba resguardada, así que no supongo que se la llevara ningún grupo rebelde".
"Así es, William. Por eso sabemos que está bien".
"Entonces qué pasó".
Tanto Georges, como Patty y Annie se miraron unos a otros, y las dos mujeres comenzaron a morderse el labio inferior en señal de nervios.
"William", habló tentativamente Georges. "En el hospital donde estaba Candy, también estaba una persona que todos conocemos..."
"Eso no me dice mucho".
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NUDOS QUE ATAN CABOS
FanfictionUna Candy adulta víctima de un ataque terrorista luego de reunirse con sus amigas Patricia y Annie termina en el mismo hospital donde se encuentra por rutina Eleanor Baker. Esto desata una serie de eventos desafortunados, que culminan con un secuest...