NUDOS QUE ATAN CABOS Parte 6

144 8 7
                                    

Candy no me hablaba, y eso hacía todo más difícil. Pero llegó un momento en que quise explicarle su situación. Me senté a su lado, de nuevo, como siempre hacía cuando quería hablarle. Mi madre no se entrometía en nuestras charlas, bueno, usualmente monólogos, pero esta vez, Candy no se quedó callada cuando le expliqué lo de nuestra mudanza. Me di cuenta de que estaba entrando en un estado de desesperación cuando le comencé a explicar los detalles...

"Bueno, Candy, en unos días nos iremos a Los Ángeles".

"Qué... Pero de qué hablas, Terence", me dijo en un tono molesto, como de total desacuerdo conmigo.

"Candy, quiero que lo entiendas de una vez. Albert ya no será tu esposo. Ese es el pasado. No le debes nada. Lo que te estamos ofreciendo es una oportunidad de comenzar a vivir tu vida, no la de él".

La mirada de Candy pasaba de asombro a total y completa molestia y hasta desesperación.

"No puedo creer lo que me dices. ¿Es que no entiendes? Yo quiero regresar con mi esposo, mi familia, mis hijos".

Eso de que me llamara Terence no me encantaba, pero entendía perfectamente que se sintiera molesta por todo lo que habíamos pasado hasta entonces, que hasta amarrada y encerrada la teníamos.

"Candy, por favor, debes tratar de olvidar esa vida que ahora es pasada para ti. Tu lugar está conmigo de ahora en adelante".

Candy me miraba como si estuviera loco. De hecho, ella no era tonta, y no tardó en dar en el clavo de lo que estaba pasando.

"Esas no son tus palabras sino las de tu madre. Qué es lo que te ha dicho para que pienses por un momento que quiero irme a California y dejar todo lo que tiene valor para mí, mis hijos y mi familia".

Yo no estaba pensando claro.

"Dile a tu esposo que te quieres divorciar y quedarte con los niños. Yo los criaría como si fueran míos".

Ahí el gesto de Candy cambió de asombro a total indignación.

"No puedo creer que pienses que me quiero divorciar de mi esposo. Llevo prácticamente toda la vida con él y ahora me sales con estos disparates. Yo jamás lo haría. Tú escogiste la vida que quisiste llevar, que nunca me incluyó a mí, y ahora quieres que yo deje la mía, así como así, porque piensas que yo puedo rascarte una vieja piquiña que tienes. Déjame decirte, Terence, que, sí, me provocaste un dolor muy grande, pero da la casualidad de que fue Albert quien me sanó. Dónde estabas tú".

"No seas egoísta, Candy. Yo estaba trabajando. Si me hubieras esperado..."

"Si te hubiera esperado. Por Dios, hubiera sido patético, yo esperando como una tonta por un hombre que nunca me dio mi lugar, y lo sabes, que hasta me despediste en aquel hospital de NY. Lo siento, Terence, pero estás fuera de toda realidad. Dilo a tu madre, porque no tanto tú, sino ella, es la que está provocando todo este show".

Yo me levanté muy molesto y estaba a punto de salir, cuando ella, a espaldas mías, terminó:

"Le dices que yo jamás, JAMÁS, querría formar parte de su familia. Yo tengo una que se ama, se quiere y se protege. Mis hijos jamás, jamás te verían a ti como padre. Jamás".

Yo no pude evitar responderle como me sentía en ese momento:

"No, tú me quieres. Lo que pasa es que se te olvidó. Volverás a hacerlo y seremos felices los dos".

Y salí de ese lugar sin mirar hacia atrás. Candy guardó silencio. Había hablado de más. Si alguien podía ayudarla era yo, pero la ira pudo más que la razón en ese momento. Decidió entonces esperar más adelante para volver a hablarme del tema.

NUDOS QUE ATAN CABOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora