NUDOS QUE ATAN CABOS PARTE 15

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Tenía la impresión de que las cosas se habían relajado en nuestra casa, y de nuevo comenzamos a hablar del viaje a California. Increíblemente, Candy no parecía espantarse tanto con la idea de desaparecernos del mundo. Ya no era que no quisiéramos que no se supiera dónde estábamos, sino que nos habló de querer ver a sus hijos. Hacía meses que no veía a los dos mayores, y eso era lo único que parecía ponerla ansiosa por momentos. Por otro lado, de pronto permitimos las llamadas de Albert, en especial porque hablaba conmigo, y no con ella. Él me expresó que no quería provocarme ansiedad, y que, por eso, prefería hablar conmigo. En una de esas llamadas hasta me dijo que estaba tranquilo con la decisión de Candy, y que no haría nada para acercarse a ella. Tampoco me expresó que quisiera hablarle. Todo era de sus hijos mayores, que también parecían ansiosos de ver a la madre.

No me parecía que con el embarazo era adecuado, pero siendo que Candy ya estaba a punto de dar a luz, quizás podíamos abrir ese espacio, para que ella pudiera ver a sus otros hijos. La realidad es que tocar el tema de que los niños debían quedarse con el padre no lo había hecho en tiempo. No que me molestara el tema de la paternidad, pero a estas alturas, sólo quería que habláramos de hijos propios. Hubiéramos quizás recibido la cigüeña al año siguiente. Digo, Candy estaba algo mayor, pero aún así, estaba embarazada, y todo parecía bien. Quizás el milagro podría repetirse el año siguiente, y con nuestros propios hijos.

Claro, considerando ciertos problemitas que había tenido para eso mismo, quizás sería diferente. Candy me contó que con Albert se tardó también un poquito. Hasta dudó si lograría ser madre, pero tres pequeños milagros después, el cuarto podría ser conmigo. Eso me daba mucha ilusión, no lo niego. Esas últimas semanas, sin embargo, ella las pasaba en cama, pidiendo cosas del restaurante de Mike, leyendo, descansando. Le pedí, por eso, a mi madre que la dejara descansar.

Cuando ya tocaba casi el noveno mes, me pidió que la llevara a la clínica. La verdad es que no quería ir con ella, y le dije que prefería que lo hiciera por su cuenta, pues no me interesaba explicar allí que estaba llevando a mi novia a tener el hijo de otro. Candy, sin embargo, ya había hecho sus arreglos, y estaba de acuerdo con quedarse sola allí. Lo que no sabía es que, en esa misma clínica, estaban la tal Patty y el mismo Albert. Luego me enteré.

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"Qué le dijiste a Terry", preguntó Albert curioso desde la habitación donde estaba ella.

"Que estaba a punto de dar a luz. Todavía me falta un poco. No, no podía seguir con la charada un minuto más".

"¿Crees que sospeche?", preguntó muy curioso.

"Terry siempre sospecha, pero no necesariamente sabe de qué. Su miedo es que me vaya y lo deje. No importa lo que haga, pero hasta ahora he regresado. Por eso es bueno pasar los últimos días del embarazo aquí. De todos modos, él no quiere tener que explicar por qué su novia está teniendo el hijo de otro. Para suerte, por cierto, no todo el mundo sabe quién soy".

"Eso lo pienso yo también. Estaré contigo mientras pueda, pero tengo una conversación pendiente con él, y quiero que sea antes de que nazca nuestro hijo".

"Sí. Bueno, o hijos. Tengo la barriga más grande de lo usual. No he querido averiguarlo, pero, en fin, eso no me preocupa tampoco. Me siento bien, aunque no te niego que tengo mucho cansancio".

"Si quieres, descansa un poco, y luego regreso para verte. Tampoco queremos dar una impresión incorrecta. A alguien se le puede soltar la lengua".

"No te preocupes tanto por eso. Todo está preparado. No te creas que eres el único que analizas todos profundamente. Yo también lo hago", lo dijo entre risas.

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