El poder de un recuerdo
Nueve años atrás:
—Es hoy, es hoy, es hoy —fueron las palabras que no paro de repetir la pequeña.El día en que viajarían a casa de sus abuelos, había llegado. Amara era una niña muy apegada a su abuelo. El señor que le había enseñado su amor por las motos y le había prometido enseñarla a montar cuando tuviera una edad adecuada.
Le gustaba viajar a la gran casa del lago, dónde vivían los mayores Grandstaff. Una casa amplia de tres pisos, con su alrededor verde, por las diversas especies de plantas que tenía la Señora Grandstaff. El jardín trasero era más amplio que el de la entrada, con un lago a diez metros, en el que podías dar un paseo en bote.
—Sí, cariño es hoy —respondió su madre, tratando de calmar a una imperativa niña—. ¿Quieres llevar tu mochila al auto?
—Sí, mami —la niña se retiró dando saltitos.
Los padres y su pequeña, tomaron el auto para emprender aquel viaje. Un viaje que a toda la familia le agradaba. Los Grandstaff eran conocidos por ser una familia unida y fuerte, que se reunían cada domingo como tradición.
Pero esté viaje, no era un domingo más, era el cumpleaños del menor miembro de esa familia. Por petición de la niña, trasladaron la fiesta a la casa de los abuelos. Así fue como un ocho de agosto se encontraban viajando a la casa del lago, para terminar con los preparativos y recibir el nueve de agosto el cumpleaños de la heredera.
—Llegamos —informó su padre, haciendo que la pequeña saltará fuera del carro—. No corras.
Era tarde porque ella ya se encontraba corriendo hacia la puerta principal, dónde se encontraba la persona con la que disfrutaba pasar horas y robar golosinas de la cocina a la abuela. Su tío, Máximo Grandstaff, el mayor de los hijos, un hombre perfectamente atractivo y soltero.
—Tito...—gritó su sobrina lanzándose a sus brazos.
Él la recibió, con los brazos abiertos, cargándola y haciéndole girar por los aires, consiguiendo que gritara y riera. Máximo y Amara habían tenido una conexión difícil de negar, desde la primera que estuvieron juntos en la misma habitación. Eran inseparables, cualquier persona cercana a Max, sabría que era otra persona cuando se trataba de su sobrina.
—Pero si es la pequeña Grandstaff —pronunció su tío, pinchando su costilla.
—No me llames pequeña —dictó la niña, cruzándose de brazos.
—Pero eres pequeña —señalo el tamaño obvio de su sobrina.—He crecido en los últimos días —se giró para que vieran que ya no era tan pequeña—. No vez, cumpliré nueve mañana, por lógica soy más grande tío.
—Deja a mi hija tranquila Maxi —hablo la madre, defendiendo a su bebé—. Te gusta buscarle la lengua, parece que vivieras para eso.
—Es que vive para eso —señalo Marcos, llegando hasta su hermano mayor —. No sabía que estarías aquí.
La madre se llevó a su hija dentro para qué buscará a sus abuelos, dejando a los hermanos Grandstaff platicando.—¿Perderme el cumpleaños de mi sobrina? —preguntó el mayor, guiando el camino hasta el lago—. Es un evento importante y sé cuán decepcionada estaría si le faltará su persona favorita.
—No te equivocaste Máximo —dijo una mujer desde el muelle del lago—. Su persona favorita soy yo.
—Alto los dos —interrumpió el padre de la niña—. Es mi hija, búsquense una propia.
—Hermanito —volvió hablar la mujer—. Deberías aprender a compartir, con los que no podemos tener nuestros propios hijos.
—Eso fue cruel —agregó Max, colocándose al lado de su hermana—. Pero no es menos cierto, de que deberías aprender a compartir, teniendo en cuenta que no quiero hijos, lo mínimo es que me prestes a mi sobrina.
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Fuimos Canciones
Teen FictionAlexander McCasthy parece tenerlo todo en la vida: amigos, éxito con las mujeres y una actitud segura y confiada que lo ha llevado a conseguir todo lo que desea. Sin embargo, todo esto cambia cuando conoce a Amara Grandstaff, una mujer completamente...