Día de enfermedad

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En el momento en que abrió los ojos, supo que estaba enfermo.

Su garganta dolía, su visión estaba borrosa, su cabeza estaba nublada y todo a su alrededor se tambaleaba. Sentía su cuerpo incómodamente caliente y el sudor helado estaba congelando su espalda.

En conclusión, se sentía como una mierda.

Si fuera una persona normal, sabría que ese es el momento de llamar al trabajo y decir que no iría. Pero Gustabo era un niño que creció en la calle y la primera lección que aprendió, era que, si estando enfermo te quedabas quieto, morirías.

Así que se afirmó de la pared y lentamente se puso de pie, teniendo que aguantar las ganas de vomitar que lo invadieron repentinamente. Se tomó unos segundos para recuperarse y se propuso a salir del armario del conserje.

Para su suerte, nadie pudo ver como abrió la puerta tambaleándose, ni como el fuerte resplandor de las luces lo estaba matando.

Utilizando toda su fuerza de voluntad, se paró derecho y camino en línea recta, tratando de aparentar que nada sucedía, a pesar de que sentía que en cualquier momento iba a caer desplomado.

Ahora que era más consciente de sí mismo, podía sentir como la camisa se le pegaba incómodamente al cuerpo, así que una ducha no le vendría mal. Por lo que se dirigió directamente a los vestuarios, notando varias manchas negras a su alrededor, que por los saludos que recibía, asumía que eran agentes.

Abrió su taquilla, tomando su toalla y una barra de jabón. Tendría que cambiarse por ropa limpia, así que comenzó la búsqueda de algo cómodo para colocarse.

No está seguro de cuánto tiempo transcurrió, pero un carraspeo a su lado lo saco de su aturdimiento, notando que se había quedado de pie mirando al vacío.

Lo único que lo mantenía de pie en este momento era su agarre en los casilleros, así que con la mayor lentitud posible giro la cabeza, encontrándose con los familiares pozos marrones que lo observaban con preocupación.

-Hola corazón, ¿Qué sucede? -Cuestiono suavemente el recién llegado.

-Estoy bien- Se apresuró en aclarar, sin notar que estaba arrastrando las palabras.

Gordon frunció el ceño, notando de inmediato la extrema palidez en la piel del rubio, el sudor que se acumulaba en su frente, el fuerte sonrojo en sus mejillas y como sus pupilas estaban dilatadas.

Acorto la poca distancia que los separaba y coloco su mano en la frente del Inspector Jefe, notando como estaba extremadamente caliente.

Gustabo inmediatamente se inclinó hacia el toque de su novio, disfrutando de la frialdad de su mano y lo satisfactorio que se sentía contra su piel que parecía estar hirviendo.

-Estás volando en fiebre, Gus- Menciono para sí mismo el menor.

-No...- Negó de inmediato, moviendo su cabeza.

Aunque no tuvo en cuenta que eso afectaría al leve sentido del equilibrio que le quedaba, por lo que su cuerpo se inclinó hacia la izquierda, tropezando con sus propios pies y si no hubiese sido por la rápida reacción de James, se hubiera estrellado contra el suelo.

-Tal vez un poco- Termino admitiendo luego de tan desastroso espectáculo.

Gordon no pudo evitar rodar los ojos con diversión ante lo testarudo que era su novio.

-Hora de ir a casa, Gus- Le dijo, sin soltarlo en ningún momento.

-No quiero, tenemos que trabajar- Murmuró, haciendo pucheros como un niño pequeño.

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