Coloreando una familia

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Gustabo suspiro con cansancio mientras dejaba su uniforme en la taquilla, cambiándose por un simple chándal gris y una sudadera negra, necesitaba el consuelo de ropa cómoda tras semejante día de mierda que había tenido. 

Todo había ido de mal en peor, ya sea en Mery o en Zeta, cada atraco y persecución a la que asistió terminó en un desastre. 

Tal vez en otro momento, patrullando con Isidoro, le podría haber dado igual, pero en la mayoría de sus fallos estuvo con Conway. Y eso le jodía, porque aunque no quisiera admitirlo en voz alta, quería la aprobación del viejo, demostrarle que había cambiado, que ahora era mejor y que se merecía su rango. 

Pero cada maldita vez que estaba con él, todo se iba al carajo. Cayéndose por las escaleras, volcando el coche o perdiendo a los delincuentes. 

Estaba estresado y frustrado con sí mismo. 

Y para colmo, lo que había dicho Kylie no dejaba de darle vueltas. 

¿Qué le estaba escondiendo Gordon? ¿Qué era tan importante cómo para ser usado de chantaje? ¿Y por qué no podía saberlo? 

El día había sido una mierda y estaba seguro de que no podría dormir pensando en todo lo que había hecho mal, pero lo que se le ocultaba lo alteraba, enloquecía sus nervios al no saber algo que los demás si sabían. 

Pensó que Gordon confiaba en él, estaban prácticamente saliendo, simplemente no lo habían formalizado. Entonces, ¿Qué era? ¿Acaso era una sorpresa? ¿Una cita? Eso tendría más sentido. 

Y aunque intentaba pensar en eso para tranquilizarse, no dejaba de sobrepensar y de sentir una opresión en el pecho que le decía que era algo que no le gustaría. 

Gustabo siempre seguía sus instintos, había sobrevivido a años en las calles gracias a ellos y atrapaba a sospechosos importantes por eso. Entonces si sentía que algo estaba mal, era por algo. 

Decidido a sacarse la duda de inmediato, buscó el número de la rubia en la tablet y le mandó un mensaje para juntarse, ella respondió a los segundos y le compartió su ubicación. 

Salió de comisaría a paso calmado, saludando a los agentes que se encontraba por el camino, hasta llegar al garaje de al lado, donde tenía guardado su coche blanco. 

Se montó en el vehículo y tomó el volante, sintiendo sus manos sudar por los nervios, porque cada segundo que pasaba el mal presentimiento en su pecho se hacía más fuerte. 

Condujo con cuidado, recordando constantemente que no estaba en un patrulla y por ende debía de respetar las normas de tráfico al pie de la letra, no queriendo tentar a la mala suerte que lo perseguía desde temprano.

Tras veinte minutos, llegó a un barrio residencial, con casas de un piso, de vallas blancas y jardines llenos de flores, donde había niños en la calle y abuelas en las terrazas tejiendo en sus mecedoras. 

Era un entorno muy familiar y se notaba tranquilo, siguió el gps y terminó llegando a una plaza en el centro del barrio. 

Tenía enormes árboles, de grandes ramas donde los niños podían subirse, el césped estaba perfectamente recortado y había familias observando a sus hijos, los cuales estaban en el centro de juegos, con toboganes, columpios y sube y baja. 

Estacionó frente a una heladería y se bajó del vehículo, sintiéndose totalmente incómodo en este ambiente, ya que los únicos recuerdos que tenía de los parques, era de acercarse a los niños para robarle sus sándwiches o para fingir que era normal por unas horas. 

Caminó por el centro del parque, tratando de no parecer un bicho raro mientras miraba a su alrededor en busca de la mujer. 

-¡Inspector! Por aquí- Escuchó una voz a un par de metros. 

Historias Gortabo y OtrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora