Se sentó en las bancas de cemento del parque, dejando su comida en la mesa que tenía al frente, notando que esta tenía un tablero de ajedrez en medio, pero no podría importarle menos.
Sacó las patatas, la hamburguesa y la soda de la bolsa, dando una mueca de desagrado por tener que ingerir comida rápida, pero no tenía ni las ganas ni la cabeza para pensar en comer algo más elaborado.
Hace un par de meses que ya nada tenía realmente sentido.
Estaba solo luego de la muerte del hombre que lo había criado como un padre, que le enseñó lecciones de vida, que le tendió la mano y lo había acogido bajo su ala.
Y ahora eran solo él y la misión que se le había encomendado, estaba solo en un mundo demasiado grande, teniendo que buscar aliados sin saber en quien confiar, teniendo que conseguir dinero de alguna forma, porque la herencia que le dejó Roy no era suficiente más que para un período de tiempo bastante corto.
De un día para otro tuvo que convertirse en un hombre, asumir cientos de responsabilidades y enfrentarlo solo, porque ahora la persona que lo cuidaba ya no estaba.
Era aterrador, porque se sentía demasiado pequeño, pero a la vez emocionante, porque ya no tenía que rendir cuentas ante nadie, ni ser sometido a largos entrenamientos, ni seguir escuchando largos discursos de oído, ni como Jack Conway era la peor persona del mundo.
Le asustaba la soledad, pero disfrutaba de poder ser su propia persona, ya no era la carga, ni el hijo de, ni el que debe buscar venganza… Ahora solo era Jacob, debía empezar varias cosas y descubrir cómo sobrevivir, pero podía hacerlo a su manera.
El gélido aire del otoño alborotó sus cabellos y le recordó dónde se encontraba, por lo que se concentró en su hamburguesa y comenzó a comer con tranquilidad, observando las hojas de los árboles moverse suavemente por la brisa.
Dejó su hamburguesa un momento para beber soda y frunció el ceño al mirar la bolsa de patatas fritas, refunfuñando por lo bajo al notar la poca cantidad de patatas que venía en el paquete.
No podía evitar pensar que esta comida era un acto de rebelión más, porque Roy detestaba los lugares de comida rápida, comentando reiteradamente lo malo que eran y como jamás debían de comer ahí.
Era extraño pensar que la persona que más te ha cuidado y enseñado en esta vida también es la que más te daño.
Un techo a cambio de adoctrinamiento, comida a cambio de seguir su misión, ropa a cambio de completar un entrenamiento, seguridad a cambio de control.
Amaba y odiaba a ese hombre a partes iguales, porque antes de él tenía recuerdos de su familia, recuerdos de una época en la que era feliz, donde podía ser un niño, iba a la escuela, tenía una madre… Tenía un hermano menor.
¿Y ahora? Solo quedaba odio y rencor dentro de sí mismo, aquellos recuerdos no eran más que sensaciones cálidas, ya no podía pensar en caras o figuras que podía reconocer, sus recuerdos no eran más que suave canto, brillantes ojos azules y risa estridente.
Todo lo demás estaba manchado, contaminado de odio, resentimiento y venganza.
Soltó un suspiro de resignación y bebió más soda, notando como el paquete de patatas fritas estaba más vacío que antes.
Puede que esté cansado y con graves faltas de sueño, pero no había llegado al punto de las alucinaciones, por lo que estaba bastante seguro de que antes había más patatas ahí.
Esta vez procuro dejar fija su atención sobre el paquete, notando como 30 segundos después una pequeña mano se asomaba de debajo de la mesa y avanzaba lentamente hacía el empaque, tomando una patata y volviendo a su escondite.
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Historias Gortabo y Otros
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