🌼CAPITULO 3🌼

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HERO

Pasado. 34 días para la boda.

Tenía sed. Tenía tanta sed que parecía que me había comido una bolsa entera de cacahuetes revueltos de los picantes sin probar ni una gota de bebida. Tenía la boca como una alpargata, seca a más no poder. No sé qué hora sería, pero muy entrada la madrugada seguro. En España seguramente rondarían ser las ocho de la mañana, todos despertándose o ya listos para ir a trabajar. Sin embargo, yo estaba al otro lado del océano Atlántico sin poder conciliar el sueño.

No estaba muy cómoda en la nueva habitación vacía y carente de sentimientos que mi padre me había otorgado nada más llegar a su casa, y no es que el colchón no fuera cómodo, al revés, era uno de los mejores colchones del mercado, sin embargo yo seguía sin poder concebir el sueño allí.

Me levanté en silencio y salí al pasillo, no sin antes comprobar que no hubiese nadie, (¿quién rondaría despierto a las dos de la madrugada? Yo), descalza, con unos pantalones cortos de pijama de cerezas y  la camiseta a tirantes a juego que me había regalado Jimena nada más que llegué. Hacía un calor terrible, y podría ser que por eso no conciliase el sueño. Por eso, y por las miles de vueltas que me estaba dando la cabeza con el tema de no recibir ninguna respuesta de Jaden. Habían pasado tres días desde que mi corazón se rompió literalmente en aquel aeropuerto esperando la llegada del chico de mis sueños, y aunque al principio pensé enfadada que era un idiota que no se merecía mi perdón por hacerme sufrir de esta manera tan gratuita, conforme pasaban los días iba pensando que no podía vivir sin él, que le perdonaría cualquier cosa, que estaba enamorada de él a más no poder y que haría lo que fuera por que esa boda se cumpliera. Mi vida sin Jaden no tenía futuro. ¿Qué haría yo sin Jaden? ¿Podría volver a enamorarme después de él? Me daba terror que mi futuro fuese con otro hombre, imaginar que no volvería a tener nada con él, que aquel beso apasionado en mi habitación antes de irme a la cocina aquella noche fuese el último. Él no podía vivir ni un día más sin mí y yo no podía soportar estar sin probar sus labios por más tiempo.
Suspiré y bajé las escaleras en silencio, restregándome los ojos con los nudillos. Llegué a la cocina y abrí la nevera, saqué la jarra del agua fría y vacié un poco del líquido en un vaso. Mientras, mi mirada se perdió por la ventana de la cocina.

Mi padre se había venido a vivir una casa realmente extraordinaria. Me sentía fatal porque él pudiera disfrutar de esta maravillosa casa de dos plantas, con jardín delantero, patio trasero con zona de piscina y barbacoa, un muelle propio con salida al lago de la ciudad, unas vistas increíbles de los altos edificios al otro lado del lago e incluso una pequeña barca amarrada al muelle, y mi madre y yo tuviéramos que vivir en un piso diminuto con dos habitaciones en una quinta planta sin garaje propio. Lo único bueno que tenía nuestro piso es que estaba en el centro, pero aún así mi madre tenía que fundir casi todo su dinero en el alquiler de ese piso. Eso era otra, que ni siquiera era nuestro.

Ambas sabíamos que mi padre iba a triunfar algún día. Antes, cuando aún estaba con mi madre, parecía que su potencial estaba atrapado en algún tipo de jaula invisible. No podía expandir su conocimiento ni alcanzar las alturas que siempre anheló. Sin embargo, cuando decidieron separarse, algo cambió. Fue como si las cadenas que lo limitaban se rompieran de golpe. Con su inteligencia y determinación, mi padre creó una empresa innovadora (imagina algo como energías renovables y tecnología puntera) que no solo le trajo éxito financiero, sino que también le permitió desplegar todo su potencial. Ganó mucho dinero, pero lo más impresionante y decepcionante a la vez, fue verlo convertirse en la mejor versión de sí mismo lejos de nosotras. Sabíamos que la inteligencia que mostraba era digna de un empresario de rango alto y se había convertido en eso.

Gracias a ello, conoció a un magnate empresario de los Estados Unidos y su hija era Jimena, así que ya podéis entender cómo y dónde la conoció. Ella también tenía bastante dinero y se enamoraron y mudaron juntos a Miami, justo donde me encontraba ahora.

Ni un beso más de ti [#2] © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora