🌼EPÍLOGO UNO🌼

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HERO

—¿Falta mucho?

Sujeté las manos de Michael en mis ojos. La oscuridad me ponía nerviosa, y era mucho peor sabiendo que se estaba alejando de mí. ¿Dónde iría? ¡Quién sabe! El único consuelo que tenía era que dijo que no tardaría.

—¿Dónde estamos? —volví a preguntar.

Porque esperaba que no me hubiera comprado una casa. En realidad, seguíamos viviendo en nuestro pequeño piso en París, donde me había negado irme. Fue allí donde Michael, hacía ya casi tres años, me regaló la llave de mi propia galería fotográfica antes de que me enterase de la muerte de la mejor amiga de mi madre. Ahora, con el tiempo, ese piso se nos estaba quedando pequeño, y además ya habíamos hablado lo de comprarnos una nueva casa. Pero, conociendo a Michael, podría haberme comprado un edificio y traerme con los ojos vendados.

—Eres impaciente, reina —su voz sonó no muy lejos de mí, aunque también sonó acústica, como si estuviésemos en una habitación vacía, o en una sala enorme—, aunque eso ya lo sé.

Escuché sus pasos acercándose y sentí su calidez cuando sus manos volvieron a cubrir las mías. Me relajé un poco al sentir su toque, pero la incertidumbre seguía corriendo por mis venas. Finalmente, retiró sus manos de mis ojos y pude ver una tenue luz en la distancia, iluminando suavemente el contorno de su rostro.

—Ya han pasado cuatro años desde que nos conocimos —comenzó, su voz suave y llena de emoción—. Cuatro años desde que entraste en mi vida y la transformaste completamente. A veces me pregunto cómo es posible que cada día contigo sea mejor que el anterior, pero luego te miro y entiendo que todo es por ti. Te amo más de lo que jamás creí posible, y cada momento contigo es un tesoro que atesoro profundamente.

Sentí mis ojos llenarse de lágrimas mientras sus palabras me envolvían. Michael se acercó más, tomando mis manos entre las suyas, y me miró con una ternura que me derretía el corazón.

—Ya sabes que le encanto a tus amigos y tu familia me adora...

—Excepto mi padre...

—Tu padre me adora igual, es cierto que al principio se lo tomó un poco peor al saber que su cuñado se había enamorado de su hija... pero no le queda otra opción que adorarme igual.

—En realidad, te quiere más que a mí, estoy segura.

Ambos nos reímos. Hasta que su sonrisa cedió un poco y desapareció.

—Eres mi razón de ser, mi mayor alegría, y no puedo imaginar un futuro sin ti. Quiero pasar el resto de mi vida a tu lado, creando recuerdos, superando desafíos y disfrutando cada pequeño momento contigo. Y no puedo no mencionar —sus manos se acercaron a mi estómago ya un poco abultado por mis cinco meses de embarazo—, a nuestra hija, que está creciendo dentro de ti, llenándome de amor cada vez que te veo. Cada día me emociona más la idea de formar una familia contigo. Eres mi compañera, mi apoyo y la persona con la que quiero envejecer. Quiero ser para ti lo que tú eres para mí: un pilar irrompible, un refugio en tiempos de tormenta y un compañero de alegrías. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar, y prometo amarte y cuidarte, a ti y a nuestra hija, cada día de mi vida.

En ese momento, una pequeña luz se encendió sobre nosotros, y mi cabeza se alzó casi por inercia a mirar el foco. Cuando volví la mirada hacia Michael, él estaba arrodillado frente a mí. Mi corazón latía tan rápido que creí que se saldría de mi pecho mientras él me miraba con esa mezcla de amor y nerviosismo que solo podía venir de alguien que estaba entregando su alma.

Me estaba entregando a mí su alma.

—¿Te casarías conmigo? —dijo, su voz apenas un susurro, cargada de emoción.

Las lágrimas cayeron libremente por mis mejillas mientras asentía vigorosamente, apenas pudiendo creer lo que estaba sucediendo.

—Sí —susurré asintiendo, sin poder contener mi alegría—. Sí, Michael, me casaría contigo una y mil veces.

En cuanto las palabras salieron de mi boca, Michael se puso de pie y me abrazó. O yo le abracé a él. De repente, las luces de la sala se encendieron, revelando un espacio vasto y brillante. Me quedé sin aliento al darme cuenta de que estábamos en una joyería enorme, rodeados de vitrinas llenas de anillos de todos los tamaños y estilos, cada uno más deslumbrante que el anterior. Las luces reflejaban en las joyas, creando un espectáculo de brillo y destellos que me dejó asombrada.

La habitación era impresionante, con techos altos y paredes decoradas con elegancia. Las vitrinas estaban dispuestas de manera que cada anillo pudiera ser admirado en todo su esplendor. Había desde diseños clásicos hasta piezas modernas, cada una con un encanto único. Me sentí como una niña en una tienda de dulces, incapaz de decidir a dónde mirar primero.

Volví mi atención a Michael, quien seguía mirándome con esa mezcla de amor y anticipación. Su sonrisa era tan radiante como cualquiera de los anillos que nos rodeaban.

—Escoge un anillo —dijo, su voz suave y llena de amor.

Amor.

Eso que yo siempre había soñado, y que solo él había sabido darme de verdad.

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Ni un beso más de ti [#2] © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora