Las cosas marchaban normal. Bueno, la definición de “normal" ya está cambiando. Para mi la palabra normal es aventurarme en una peligrosa aventura para salvar a mis padres. Yo podré resistir hasta el final, eso creo.
Caminábamos hasta encontrarnos en…
—¿Qué es eso? —pregunto Óscar.
—No se —respondí.
—Me voy a subir encima de esa roca para ver —dijo Luz—. ¡No puede ser!
Estábamos enfrente de unas murallas muy altas.
—¿Qué viste? —pregunte—. ¿Qué fue lo que viste, Luz?
La boca de Luz se figuro en un “o".
—¡Es un laberinto! —grito Luz.
No supe que hacer. No supe si echarme a correr o a llorar. ¿Qué tan peligroso es estar dentro de un laberinto? Muy pronto lo descubriría.
—El mapa dice que el camino sigue al otro lado del laberinto —dijo Luz.
—¿Debemos de cruzar? —pregunto Óscar.
—No hay otra opción —dije—. Entremos.
En el frente iba Luz. Le seguía Óscar y yo estaba al final. Entramos dentro del laberinto. Las paredes eran de piedra. La hierba había crecido en algunas grietas. Las paredes deberían de medir al menos dos metros. El especio que estaba entre cada pared era muy espaciosa por lo que los tres avanzamos juntos a cada paso.
Me detuve en una rara pared, en donde habían letras que contaban una historia.
—El laberinto de los mitos —leí. Todo estaba en Guaraní.
—Los siete hijos de Tau y Kerana —dijo Luz—. Esto me da mala espina.
—Puedo oler algo —dijo Óscar.
—¿Qué hueles? —pregunte.
Seguimos caminado. A cada paso que daba, las hojas en el suelo crujían con un horrible sonido.
—Huelo a peligro —dijo Óscar.
—Estamos dos —dije—. Pero no tengo miedo.
Caminabamos juntos por lugares en donde ya no había salida y retrocedíamos para ir por otro camino.
—Esto me marea —dijo Óscar.
—Este laberinto parece más complejo de lo que imagine —dije.
Luz examinaba las paredes y leyó:
—Aquí se dice que cada pasillo está vinculado a un mito paraguayo diferente. Debemos tener cuidado.
Las paredes eran tan largas que producían sombra. La sombra era muy oscura.
Óscar sacó su linterna para ver el camino.
—Mitos paraguayos… Esto suena a problemas —dijo Óscar.
Mientras avanzábamos nos encontramos a una red de telaraña gigante.
Me alarme.
—¡Miren eso! Es un ñandú, una araña gigante.
—La leyenda cuenta que es astuto y mortal. No podemos subestimarlo.
El camino estaba obstruido por la red de la gigante araña.
—No podemos atravesar eso sin enfrentar al ñandú —dijo Óscar.
—Entonces, enfrentemos a esta araña gigante. No hay vuelta atrás.
Avanzamos por otro pasillo, pero el problema seguía siendo las redes que obstruyen todo.
—Debemos encontrar una manera de desarmar esta trampa —dijo Luz.
Óscar observaba las patas del ñandú y dijo:
Si cortamos sus hilos, talvez podamos desorientarlo.
—¡Exacto, Óscar! Las arañas son sensibles a las vibraciones —dije—. Si cortamos los hilos, podrá entender algo: que nos deje el camino libre.
—Bueno —dijo Luz—. No hay otra mejor idea.
La araña nos veía con miedo.
—¡Creo que podemos espantarlo! —dije.
Lance rayos a sus redes —y por eso quiero decirles que no ataquen a ningún animal com miedo y que esta queriendo sobrevivir—. Atacarlo para asustarlo fue una mala idea.
¡La araña gigantes nos atacó! La araña gigante expulsó sus hilos y envolvió a Óscar.
—¡Ayuda! —gritaba Óscar. Él ya no pudo hablar porque su boca fue tapada con hilos.
—¡Araña mala! —grite.
Electrocute a la araña gigante y la mate. De sus colmillos salía espuma blanquecina.
—Eres un asesino, Ángel —dijo Luz.
—Todos lo somos en algún punto —dije—. Tenia que salvarla a Óscar.
—No se —dijo Luz—. Pobre araña.
Puse mi dedo índice como cuchillo eléctrico y corte los hilos de la araña.
—Gracias —dijo Óscar.
—Lo hice con gusto —dije.
Le ayudé a Óscar para que se levantara del suelo.
Avanzamos con cautela tratando de averiguar por dónde queda la salida.
Aparecieron más arañas gigantes. Una araña atacó a Luz.
—¡No! —grito Luz.
Luz mató a las arañas.
—¿Qué hiciste, Luz? —pregunte—. ¿Por qué las mataste? ¡Eres una asesina! ¡Pobres arañas! —imite su voz.
Luz me dio una mirada asesina y siguió caminando.
Los tres derrotamos a todas las arañas.
Caminamos hasta salir del laberinto. Pero algo nos esperaba al final del laberinto.
—¡Teju jagua! —grito Óscar.
Enfrente de nosotros estaba el Teju jagua. Un enorme lagarto con cabeza de perro. Su pelaje color negro brillaba a la luz del atardecer. Pude ver sus feos colmillos de perro rabioso (sin ofender, Óscar). Sus ojos rojos parecían tener sed de sangre. Cabe resaltar que su iris era de color amarillo. La saliva chorreaba al lado de su boca.
—¡Cuidado! —grite.
—Tengo cuidado, Ángel —dijo Óscar—. Mejor regreso por donde vine.
—No tengas miedo, Óscar —le dije a Óscar en un tono tranquilizador.
Extendí mi mano derecha y visualice una espada. Los rayos serpenteaban con velocidad hasta adquirir la forma de una espada.
—¡Graaa! —grito Teju jagua.
—¡Ángel! —grito Luz.
Fui a pelear contra el monstruo. Sin pensarlo le corte la cabeza.
—Hay que enviar la cabeza a los dioses —sugerí.
—Ese no es el guion de la historia, Ángel —me dijo Óscar.
—Bueno —dije—. ¿Qué hacemos?
El cuerpo de Teju jagua se convulsionaba y le empezó a crecer otra cabeza. ¡Dos cabezas!
—¡Es como mi suegra! —grite.
Óscar se río. Admito que si fue gracioso.
Segui peleando y cortando las cabezas al monstruo, pero seguían creciendo más cabezas hasta tener siete.
—¡Demonios! —grito Luz—. Te ayudaré, Ángel.
Luz le tiraba bolas de fuego al monstruo.
—Gracias, Luz —dije.
Me concentré más y visualice una espada mas poderosa y grande. ¡La espada creció cuatro metros! Fui con todo y le corté las cabezas al monstruo.
Luz y yo atacábamos al mismo tiempo.
—¡Vamos, Ángel! —gritó Óscar—. ¡Vamos, Luz!
—Juntos —dije.
—Juntos —dijo Luz.
Luz hizo una enorme bola de fuego y atacamos juntos. El monstruo se destrozó en muchos cristales rotos.
—¡Eso fue épico! —grito Óscar.
Estuve muy cansado.
—Nunca imagine que enfrentaría algo así —dije.
—Eres más fuerte de lo que crees, Ángel —dijo Luz.
—Tu eres fenomenal —dije—. Sin tu ayuda no hubiera ganado, Luz.
Luz se sonrojo.
—Gracias, Ángel —dijo ella.
No entiendo porque se sonrojo. De seguro de que estaba cansada y con fiebre, creo que fue por eso. ¿Por qué se sonrojaría una chica
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ÁNGEL RAMOS (YA EN FÍSICO). EL PERCY JACKSON PARAGUAYO. TRILOGIA.
PertualanganAngel Ramos es un joven de 14 años con síndrome de Asperger, que descubre que es descendiente de un dios guaraní. Su vida cambia drásticamente cuando comienza a experimentar sueños vívidos que lo transportan a un mundo místico lleno de criaturas y d...