1

197 18 0
                                    

Mahito observaba desde su lugar a aquel chiro rubio que varias veces se había llevado sus suspiros.

Estaba sentado en su pupitre con sus cosas en la mesa, y tenía las piernas cruzadas, provocando que su falda azul se elevará y dejara ver parte de su muslo, lo cuál a decir verdad, atraía la atención de muchos compañeros, porque a parte de ver qué tenía una piel suave como la seda, estaba llena de cortes.

— Mahito...

— ¿Mhm?

— Me gustas.

Era el pan de cada día, siempre llegaba un chico nuevo de algún grado mayor o menor para declararse, pero a Mahito nada de eso le atraía.

Solo era un "me gustas".

Nunca llegaba nadie más a querer profundizar o conocerle realmente.

— Oh, gracias.

Y ahí estaba él nuevamente, dándole un beso en la mejilla a la persona que había llegado, solo para observar como esté se sonrojaba y se iba de una vez.

Le había dejado una nota, la cual en lugar de leer, solo la metió a su mochila.

Llegó el profesor a impartir la clase que correspondía y el día continúo aburrido. Con Mahito viendo a ese rubio desde su lugar.

— Nanami, ¿Cuál es la respuesta del ejercicio tres? Pasa a realizar el ejercicio.

Claro, Nanami, así se llamaba. No es como si lo hubiera olvidado, simplemente era demasiado distraído con otras cosas.

Y esas cosas... Tenían nombre, sus brazos.

Nanami se encontraba en el pizarrón con esa camisa azul que remangaba, dejando ver parte de su antebrazo, provocando que la tela ahogara el marcado músculo del rubio.

— Uff.

Se oyó escuchar a Mahito, que tenía una paleta en la boca en ese momento para callarse. No podía evitar ser obsceno cuando se trataba de ese rubio.

Si tan solo pudiera tocarlo.

— ¡Mahito!

Salió de inmediato de sus pensamientos para prestar atención a lo que le pedía el profesor.

La clase terminó después de algunos aburridos minutos que fueron eternos, pero no tanto si solo se trataba de mirar a Nanami.

El timbre sonó y tomó sus cosas cuando las guardo, a pesar de no ser tan popular, lograba irse con algunas personas de su salón hasta llegar a la estación del tren donde la mayoría se separaban.

Dónde siempre, siempre, se encontraba con él.

Aquel rubio dueño de sus obscenos pensamientos, que ahora mismo tenía puesto un saco beige a juego con el pantalón escolar. Se veía tan jodidamente bien, hicieron contacto visual por unos segundos, lo cuál logró que Mahito se sonrojara de inmediato, pero en ningún momento volteó su mirada.

Y Nanami lo miraba con ese semblante que tenía siempre, serio, sin ánimos y enfocado solo a lo que debía dedicarse.

En un abrir y cerrar de ojos, desapareció de su vista y subió al tren que lo llevaría a su casa.

— Qué calor.

Mahito susurró para sí mismo mientras cerraba los ojos y hacia ademán con su mano de echarse aire al rostro.

In Your ArmsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora