Capítulo 3

52 10 4
                                    

El temor al cambio de las circunstancias son uno de los mayores limitantes en cualquier criatura viviente. Aquella sensación apabullante que te impide dar uno que otro paso mientras que el mundo a tu alrededor no se detiene ni por un mísero segundo a ayudarte. Wonwoo hojeó con cuidado cada página del libro amatista y, con cada palabra que interiorizaba, notaba que su mente liberal pensaba más en Mingyu que lo que él mismo se permitió.

Era una maravilla como funcionaba la mente. Suspiró apartando el libro de sus manos y caminó hacia la única ventana en su habitación. El paisaje de Elium le dió los buenos días con unos pocos copos de nieve cayendo en su mano. De repente, se preguntó cuantos de los habitantes del reino deseaban tener una estación diferente en la cual divertirse. A él nunca le había gustado el Sol de Ordam y detestaba el olor a sal del país del Verano con todas sus fuerzas pero, ¿por qué ansiaba sentir el beso del sol un poco más en su piel?

Tenía demasiadas cosas en la cabeza y debía ordenar su mente. Un suave toque en su puerta llamó su atención y recibió la brillante presencia de su Reina Consorte. La suavidad de sus pasos y la rígidez de su rostro eran dos de las cualidades que los hacía ver tan similares en apariencia y personalidad. Seulgi caminó a su lado y dirigió la vista hacia el cielo gris del reino con una sonrisa.

- ¿Te interrumpo? - preguntó con suavidad y sonrió con la negación – Ya no me visitas como antes.

- He estado...ocupado, Majestad.

- ¿Con Mingyu? - susurró provocando un sonrojo en su rostro que no sabía que podía tener – Oh, te has sonrojado.

- Seulgi...

- No hay mucho que hacer cuando tu esposa está de mal humor porque su mejor consejero está siendo terco – se encogió de hombros - ¿Qué ha pasado con Mingoo?

- ¿Mingoo? - Wonwoo parpadeó ante el apodo cariñoso y carraspeó con una pequeña punzada de celos en el medio de su pecho que intentó callar con todas sus fuerzas – No hemos hablado mucho en realidad.

- Aish, si tengo que averiguar por mi misma que ha pasado...

- Soy su almae, Seulgi. Soy el compañero de vida del único ser en el mundo celestial que juré mantener distancia por el resto de mi vida y ahora estoy practicamente atado a uno, lo quiera o no.

- ¿Lo estás? - preguntó Seulgi sonriendo - ¿Estás realmente atado a Mingyu o es esa parte de tí que anhela ser amado con todas sus fuerzas la que desea desesperadamente que Mingyu le de el cariño que sus anteriores amantes no han podido brindarle? Wonwoo, no seas iluso.

- ¿Perdón?

- Mingyu te gusta y que sea un demonio no es precisamente lo que te impide lanzarte del puente sin paracaídas, es tú miedo latente a que te hagan daño como a Wonha.

Seulgi agarró el bajo de su vestido y salió de su habitación dejándole petrificado en la ventana. Los copos de nieve del exterior se sintieron extraños de repente y la necesidad imperiosa de salir de su mundo, se hizo presente como un ahogo incesante.

- Mingyu – pronunció su nombre con delicadeza cerrando sus ojos deseando que como la última vez, las sombras lo arrastraran llevandolo lejos – Sácame de aquí.

La succión se hizo presente una vez más y, cuando sintió el cambio presente, los brazos del demonio le rodearon con fuerza. Sintió su corazón latir al unísono del otro y, llevó sus brazos enlazados a los del moreno. La calidez de su cuerpo descongeló el suyo dejando que por primera vez después de tantos años, Wonwoo llorase. Desde pequeño su padre le enseñó que mostrar debilidades lo hacia conectar con personas sensibles pero, le impediría llegar con fuerza a sus objetivos.

La última vez que dejó que sus sentimientos salieran a flote compartiéndolos con alguien más, había sido en su funeral.

- ¿Quién te hizo llorar? - la voz ronca de Mingyu le susurró en su oído intentando controlarse y no hacer algo tonto – Dime.

- He discutido con Seulgi...

- ¿Deulddi te hizo llorar? - se alejó un poco con la sorpresa dibujada por todo su rostro – Mira que le he dicho que debería medir más sus palabras...

Wonwoo bufó una vez más con el apodo cariñoso y gruñó abrazándolo con fuerza.

- Está bien, zafiro. Te haré una bebida caliente y me contarás que pudo haberte dicho la reina consorte, si te sientes cómodo compartiéndolo.

- Te vas a burlar de mí..

Mingyu alzó su barbilla captando su mirada en un suspiro. El azul y el café se enredaron suavemente danzando con la impresión de un cariño que comenzaba a surgir.

- Nunca me burlaré de tí con cosas serias, Wonwoo – prometió Mingyu escurriendo las lágrimas fugitivas de su rostro – No sé como es la vida en Elium pero, en Erat se enseña que las burlas dañan a las personas y les impiden ser ellos mismos privándoles de algo tan sencillo como la expresión.

- La última vez que me permití llorar fue en el funeral de mi padre, Mingyu.

- Sé que no debería hacerte esto ni tengo el derecho a hacerlo pero, quiero que me prometas algo pequeño zafiro – susurró Mingyu besando su frente con suavidad – Cuando te sientas débil y quieras llorar o necesites un abrazo, susurra mi nombre y te rescataré en pocos segundos.

Su corazón se descontroló mucho más y la maravilla de un sentimiento de tranquilidad cubrió su cuerpo de la misma manera que un abrazo sanador. No se lo estaba imponiendo, y eso determinó en él que, quizás Seulgi tenía más razón en sus palabras que lo que él le gustaría admitir. Wonwoo acarició su rostro con suavidad y disfrutó genuinamente del toque del demonio.

- Mingyu – susurró con inseguridad - ¿Cómo estás tan seguro de que yo soy tu almae?

El demonio suspiró frunciendo el ceño pero, notó la inseguridad bailando en los ojos ceruleos más de lo que le gustaba. Así que, sabiendo que había una posibilidad de ahuyentarle, tomó la mano de Wonwoo en la suya y la volteó mostrando su palma. Un chasquido de sus dedos creó una pequeña llama azul y, la dejó encima de la palma de su pareja. Wonwoo jadeó con sorpresa al notar que la pequeña llama bailaba en su palma sin quemarlo en lo absoluto, casi como si él fuera inmune.

Mingyu desapareció la llama con un movimiento de su mano y, por si quedaba alguna duda, bajó sus labios a los del ángel capturandolos en un beso suave pero ardiente. El jadeo escapó de sus labios por la sorpresa pero, se unió al movimiento de los de Mingyu con ferocidad. Rayos, el demonio sabía besar. Su piel se erizó al juntar sus cuerpos más que antes y deslizó sus manos por toda la anchura de su espalda.

Sus alas salieron por la emoción y su corazón tartamudeó el nombre del demonio con velocidad. El reconocimiento bailó por su sangre y una felicidad que no sabía que tenía por dentro brotó como una cascada sin control y mucha fuerza.

Un ruido fuerte junto a un trueno rompió el beso. Afuera, una tormenta de nieve comenzaba con fuerza y un rayo misterioso partió el cielo por la mitad.

Mingyu miró a Wonwoo y sonrió como la luz del Sol. Las alas blancas ocupaban toda la habitación en su extensión mientras que una de las suyas había brotado fuera como un capullo de flor.

- Esos son mis poderes...

- Mingyu, tu ala es hermosa... - Wonwoo extendió su mano y el ala como si tuviera vida propia se acercó a su toque mostrando su suavidad - ¿Solo tienes una?

- No, tengo dos igual que tú – sacudió su espalda escondiendo la extensión de su cuerpo – Prepararé la bebida caliente.

Wonwoo asintió tragando saliva observando el paisaje fulminante de afuera. Llevó una mano a sus labios ultrajados y una sonrisa se tatuó en sus labios con la misma seguridad que su corazón le dijo.

Ya no había dudas de que su almae era Mingyu, el antiguo rey de los demonios.

El Corazón del Demonio (Meanie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora