Capítulo 8

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Nunca había sentido tal intensidad en su vida desde aquel día. Desde una mirada tan simple hasta un roce de brazos, le dejaba tal electricidad en el cuerpo que le encantaba. No sabía que tenía aquel demonio de ojos castaños que le hipnotizaba de tal manera que se preguntaba cual era la mejor manera de estar más cerca suyo.

Era el Rey de los Demonios, el famoso Mingyu de Erat. De la cabeza a los pies, el negro típico que vestía siempre se adhería a su cuerpo como una segunda piel. El cabello negro hasta los hombros, a veces ondulado a veces húmedo, enmarcaba su ya de por sí rostro serio, acentuandolo.

Quizás fue porque no pudo evitar que su curiosidad avanzara más allá de lo permitido. Quizás era el deseo ferviente en su interior de sentir que pertenecía a alguien pero, supo que era aquel demonio quien más alegrías y problemas le traería a lo largo de su fatídica vida. Wonwoo era alguien que se enfocaba solamente en ayudar a la gente de su reino y ahora se encontraba pensando e imaginando como sería tener las manos de aquel demonio en su cuerpo. Negó rápidamente y, antes de poder evitarlo y medir sus palabras, las dagas se deslizaron por su lengua y el ataque fue inevitable. Mas fue la mirada herida la que le hizo darse cuenta de que los sentimientos no serían tan claros pero, le había dolido su replica.

¡Cómo quiso retirar lo dicho!

Pero mirando atrás, sabía que no cambiaría nada. Los ángeles de Elium eran típicamente peor que él y los importaba herir a quién fuera necesario en una pelea. Él, por supuesto, se había pasado. Enmendar su error fue lo mejor que pudo hacer en su vida. Y ahora estaba cosechando y realmente viviendo la felicidad que siempre había deseado en lo más profundo de su ser.

El aire fresco despeinó su cabello y le dió un reconfortante abrazo. Estaban en uno de los tantos campos que decoraban la superficie de Ordam. El verde, el azul y el blanco del lugar se unían en un mismo punto y le daba una sensación de paz que nunca había experimentado antes. En el momento en que sus pies tocaron la fina y húmeda hierba, supo que era algo diferente. El aroma a bosque se coló por su nariz y Wonwoo deseó por primera vez en mucho tiempo conservar ese aroma tan distintivo para siempre. Tomó la mano de su pareja entrelazando sus dedos y caminaron sin rumbo aparante. La vista en sí era gloriosa prefiriendo disfrutarla sin comentar o preguntar hacia dónde se dirigían.

Divisó un pequeño pueblo a la lejanía y, medida que se iban acercando, su sorpresa crecía sin precedentes. Las casitas parecían rústicas mas se veía que incluso hasta las enredaderas que crecían naturalmente por las paredes no habían sido planeadas. El humo salía de una de las chimeneas y el olor a pan fresco le hizo cosquillas en el estómago. Habían pocas personas fuera de sus casas mas las vibras eran diferentes de todos los pueblos que el había visto en los Reinos de Paradise.

- Mingyu – susurró pegándose más a él intentando preguntar con discreción - ¿Dónde estamos?

- Bienvenido a Irlanda del Norte, zafiro – respondió con una sonrisa – Este pueblo está muy cerca de a dónde nos dirigimos. Pasemos a comprar alimentos para nuestra estadía corta.

- ¿No reconocerán que somos forasteros? - preguntó con curiosidad - ¿Qué hay de nuestras vestimentas?

- Imagino que has venido pocas veces a Ordam en general – susurró en voz baja – Cuando una criatura mágica desciende en Ordam, sus vestimentas se adaptan al lugar a dónde va para que sea todo más discreto. Mírate.

Habían tantas cosas que aprender que le daba cierto temor mas no dejó que eso le cohibiera. Se miró discretamente comprobando que efectivamente sus ropas habían cambiado y, de hecho, combinaban con las de Mingyu. Llevaba una camisa azul celeste con un abrigo largo de color negro y pantalones con botas altas. Mingyu llevaba lo mismo pero con una camisa negra.

Se acercaron a una casa un poco más grande que las demás. Era hermosa con un jardín lleno de margaritas y el dulce olor de comida recién horneada. Mingyu golpeó la puerta dos veces seguidas alertando de su presencia a los moradores del hogar. La puerta fue entre abierta y una bolsa de color marrón y verde se deslizó hacia fuera. Mingyu la tomó entre sus manos dando la vuelta automáticamente y la puerta fue cerrada sutilmente.

- ¿Es un pueblo de criaturas mágicas? - susurró Wonwoo extrañado por la reacción de lo que se escondía tras la puerta – Su reacción ha sido un poco extraña.

- Es una especie de goblin del bosque, sí – afirmó Mingyu – Pero no, el pueblo es de humanos. Solo hay tres o cuatro seres aquí.

- Incluyéndonos a nosotros

- No, hay más pero ya los conocerás.

Poco a poco la luz del Sol comenzó a desaparecer mientras más se acercaban al lugar. Subieron una colina y continuaron por un camino que se acortaba a medida que avanzabas. Y allí en lo profundo del inicio del bosque, estaba la casa de Mingyu. Cubierta por un velo simple y protegida de la vista curiosa de los visitantes, era realmente una belleza. Dieron dos pasos y Wonwoo sintió el cambio instantáneo. Se sentía en el aire, en la manera en la que los árboles movían sus hojas susurrando que el demonio había regresado a sus tierras.

- Sé que debe ser extraño estar en un lugar con tanta energía oscura pero, me temo que no hay mucho que pueda hacer en este momento – Mingyu se detuvo en la entrada de la casa tomando las manos de Wonwoo – Si te llegas a sentir incómodo, atrapado o algo, avísame y te llevaré de vuelta a Elium.

- Ahora mismo no hay otro lugar en el que quiera estar que no sea tu lado – respondió el ángel sonriendo – Gracias por la advertencia.

Wonwoo notó que Mingyu estaba un poco nervioso, así que apretó su mano instándole a decir lo que estuviera alojado en su corazón.

- Sé bienvenido a casa entonces, mi querido zafiro.

El Corazón del Demonio (Meanie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora