Por millonésima vez, me sorprendí a mí mismo leyendo los sexys mensajes de texto inesperados de esa noche, y me obligué a dejar mi teléfono boca abajo sobre el escritorio. Mi oficina esquinera en el piso cuarenta y dos estaba a oscuras a esa hora de la noche. Las luces de la ciudad centelleaban fuera de las dos paredes de vidrio, pero el interior del lugar estaba solamente iluminado con el suave resplandor de dos lámparas en las mesas laterales. Apagué todas las demás luces cuando "Sam" había dejado de responder. Asumí que había dejado el teléfono a un lado para perseguir su orgasmo, y la idea de él, masturbando ese hermoso pene y follándose con los dedos, había sido suficiente para ponerme duro como las uñas.
Apagué la mayor parte de las luces y saqué mi propia polla, tomándole una foto apresurada como un quid pro quo para el tipo que me tenía inesperadamente tan excitado.
Aunque no sabía cómo lucía su cara, sabía cómo se veían los capullos apretados de sus pezones, la suave curvatura de su vientre bajo, el rastro de vello y la polla hinchada y brillante por el pre semen en la punta. Me imaginaba recorriéndolo con la lengua.
Pensé en él, arrodillado en la cama con el trasero alzado y su rostro presionado contra el colchón mientras me miraba sobre el hombro. Me imaginé jugando con él usando mi polla, recorriendo con la cabeza los bordes de su entrada y luego empujando lento... muy lentamente.Me pregunté sobre la clase de sonidos que él haría mientras comenzaba a empujarme en su interior. ¿Jadearía? ¿Gemiría? ¿Se mordería el labio?
¿Quizás se presionaría contra mí, hambriento por más?
La sola idea me tenía temblando, con el calor atravesándome y estableciéndose sobre la base de mi polla. Apreté los dientes y dejé caer la cabeza hacia atrás, queriendo gruñir a causa del placer. Deseando estar en esa habitación de hotel, derramándome en el interior del trasero de mi sensual extraño.
Mis dedos se apretaron, como si fuera su polla la que estuviera sujetando y no la mía. Dejé escapar un "Joder" en un gruñido, mientras que el líquido cálido se derramaba sobre mis nudillos, hacia debajo de la parte de atrás de mi mano y sobre los pantalones de mi traje. Entonces, me senté allí, jadeando y observando la evidencia de mi placer. Me sentía sorprendido por lo rápido que me había corrido.
Miré hacia la puerta y maldije sin aliento. No estaba ni siquiera cerrada. Y aunque estaba seguro que era el único dentro de la oficina a esas horas de la noche, no era algo propio de mi parte el olvidarme de algo tan básico. Usualmente, ejercía mucho mejor control sobre mí mismo, especialmente cuando se trataba de sexo.
Pero el mensaje de ese extraño me había tomado por sorpresa y con la guardia baja. Me había pasado los últimos días preparándome para una reunión crítica agendada para la mañana siguiente, y me encontraba exhausto y saturado. Además, había pasado un tiempo anormalmente largo desde que tuve algún encuentro sexual.
Normalmente me tomaba un descanso y me pasaba algunas horas exorcizando mi frustración sexual, pero me había separado de mi pareja sexual habitual hacía varios meses y todavía necesitaba encontrar a alguien que ocupara su lugar. Y yo no era el tipo de persona que recoge a extraños en un club y los lleva a su casa. Yo era un hombre de ciertas preferencias en cuanto se trataba de mis amantes: me gustaba que fueran obedientes y dispuestos a cederme el control algunas veces. No necesitaba BDSM por completo; no me gustaba el intercambio total de poder o los látigos y cadenas, aunque, si eso era algo a lo que mis parejas les gustaba, siempre estaba dispuesto a intentarlo.
Pero, yo era un hombre al que le gustaba estar a cargo. Me gustaba cuidar de mis parejas. Proveerlos. Saber que estaban a salvo. Y con eso venía cierta actitud posesiva sobre ellas, que con constancia podía confundirse con algún vínculo emocional. A pesar de que era franco con los hombres que entraban a una relación sexual aclarándoles qué nunca sería algo más, invariablemente comenzaban a exigirme.
Demandaban cosas que no podía cumplir.
Ese había sido el problema con mi última pareja: quería más.