Bueno... era lindo. Si te gustaban los hombres torpes y titubeantes. Cosa que no era normalmente mi tipo.
Deslicé mi teléfono en el bolsillo y caminé alrededor de la gran mesa para extender mi mano hacia el hombre en la silla. Esperé a que se pusiera de pie, pero no lo hizo. Fruncí el ceño. Seguramente sabría lo grosero que era sentarse deliberadamente cuando alguien entraba en una sala de reuniones.
Era un tipo extraño. Y se veía tan incómodo que pregunté si ese era su propio traje o uno prestado.
—Gguk Jeon. —dije en el tono más profundo y autoritario que tenía, el que guardaba para las negociaciones—. Usted debe ser el Dr. Min.
Sabía que no lo era, por supuesto. Simplemente quería dejar claro mi punto. Me incliné hacia adelante, sacando provecho de nuestras posiciones relativas para invadir su espacio.
—N-no, señor. Quiero decir, no. Esa es mi madre. Mi madre es doctora. No doctora de médica, por supuesto. Ella es... —Pareció darse cuenta que su boca había comenzado a comer sin él, y rápidamente la cerró antes de tomar una profunda respiración por la nariz y dejarla salir. Sus ojos se dirigieron a mi boca antes de cerrarlos por unos breves segundos.
Alzó una mano y luego dijo en una voz mucho más firme.
—YoonGi Min. Soy el hijo de la Dra. Andrea Min. Mi madre debió de haberle enviado un correo electrónico con la información sobre el cambio de representante.
Cuando nuestras manos se encontraron, noté que la suya tenía un mínimo temblor recorriéndola. Normalmente, el negociador agresivo que habitaba en mí, declararía una silenciosa victoria ante tal revelación, pero esta vez, por alguna razón, mi victoria no se sintió del todo satisfactoria. De hecho, me encontré casi a punto de tranquilizarlo. Pero, ¿qué demonios?
Retiré la mano rápidamente y la guardé en el bolsillo.
—Bueno, espero que estés tan bien informado como ella sobre la tecnología patentada. Comencemos.
Me incliné hacia adelante para presionar el botón del teléfono a mitad de la mesa.
—Jimin, por favor haz que el resto del equipo se una a nosotros. —Mientras que esperábamos a que los demás entrarán, me di vuelta y regresé al lado opuesto de la mesa para darme la oportunidad de sacudirme la reacción inusual que ese chico me había provocado. Después de sentarme, lo miré evaluativamente en busca de algún tipo de, ¿qué? ¿Reclutamiento para equipos deportivos?
Era probablemente un par de pulgadas más bajo que yo, pero tendría al menos cinco pies con diez. Su cabello estaba más desgreñado que el de la mayoría de los tipos corporativos a los que estaba acostumbrado. La espesa melena color marrón oscuro estaba atravesada por vetas en un tono café más claro, como si pasara demasiado tiempo bajo el sol. ¿Cómo era eso posible si el tipo era dueño de una tienda de juegos? Si no hubiera visto la foto de él en línea, me hubiese imaginado al único hijo de la Dra. Min como un muchacho pálido, enfermizo e inclinado sobre una mesa plegable bajo luces fluorescentes con un equipo variado de desechos sociales, todos vestidos con camisetas sucias de superhéroes.
YoonGi alzó la mirada hacia mí justo a tiempo para verme estudiándolo. Sus cejas se alzaron en interrogación, llamando mi atención sobre sus ojos de un tono avellana. No podía negar que era un hombre atractivo. Cualquiera se daría cuenta. Saludable, en forma...
Su mirada inquisitiva se volvió preocupada. Miró hacia abajo con timidez, como si asumiera que tenía algo en la corbata, lo que me había llevado a mirarlo fijamente. Alisó la corbata en cuestión y fue justo entonces cuando la noté.
Una corbata azul marino con estampados diminutos de Daleks plateados.
Era inconfundible.
Joder.