No pude evitar que la conmoción se reflejara en mi voz, aunque no estaba seguro de por qué estaba tan sorprendido o por qué importaba siquiera. Rápidamente empecé a disculparme por la pregunta soltada.
—No respondas a eso. Disculpa. No me incumbe.
Los ojos de Gguk eran como láseres sobre mí, como siempre.
—No pasa nada. Estoy fuera del closet. He estado fuera durante mucho tiempo.
Miré a la mesa donde mis dedos acariciaban el pesado mango del cuchillo que estaba puesto a mi disposición. Mis mejillas se sentían como si pudieran usarse para cocinar nuestra cena si los hornos de la cocina dejaran de funcionar de algún modo. ¿Por qué me estaba afectando oírlo confirmar su sexualidad?
Yo era gay. Por lo que no pude evitar preguntarme si eso hacía que las cosas fueran raras entre nosotros, que una posible atracción fuera incluso más... posible. Nop. No había necesidad de pensar en algo tan ridículo. Sacudí la cabeza, pero mantuve mi atención en mis cubiertos.
—YoonGi —La voz de Gguk retumbó sobre la mesa hacia mí—. Mírame.
Mis ojos se posaron en él inmediatamente, lo que sólo hizo que mi cara se pusiera más roja. El hombre me intimidaba muchísimo.
—Está bien —dijo con una voz más suave—. En serio.
Lo miré fijamente como si no hubiera nadie más sentado con nosotros en la larga mesa. ¿Por qué le importaba lo que yo pensara?
—Yo también. Quiero decir, yo también soy gay. —Oí a SeokJin gruñir y reírse en voz baja. Mi intención había sido... ¿qué? ¿Ofrecer algún tipo de quid pro quo al convencional ejecutivo del otro lado de la mesa? Pero mis palabras habían sonado, como mínimo, estúpidas y, como máximo, desesperadas—. Sólo quería decir...
Antes de que pudiera terminar, me cortó con una sonrisa.
Huh. El hombre podía sonreír. ¿Quién lo diría?
—Está bien, YoonGi. De verdad. ¿Pero un consejo? Aléjate de los hombres que se llamen Tomas a menos que estés listo para casarte.
La cena continuó con uno de los abogados de Jeon BioMed en la mesa compartiendo la historia de su propia cita fallida hasta que los momentos incómodos entre SeokJin, Gguk y yo se desvanecieron. No pude evitar volver a mirar a Gguk de vez en cuando, como si lo viera con otros ojos. Pero por mucho que intentara verlo desde otro ángulo, no podía evitar recordar todo lo que había leído y todo lo que mi madre me había contado sobre él: era despiadado, frío, sólo estaba en esas adquisiciones por el dinero.
Por alguna razón, cada vez que lo miraba, parecía estar estudiándome. Me vino a la mente un recuerdo de haber visto con mi abuela una vieja obra de época sobre el rey Enrique VIII. El actor que había interpretado al joven y viril rey tenía una mirada intensa que hacía que todos a su alrededor cumplieran a su voluntad, como un escenario completo de marionetas controladas.
Gguk Jeon tenía la misma intensidad en su mirada. Y siempre que la dirigía hacia mí había algo en ella que me hacía querer hacer cualquier cosa que dijera.
Se excusó de la mesa con una educada inclinación de cabeza, lo que me permitió por fin soltar un suspiro y relajarme.
—Ese tipo da miedo. —le murmuré a SeokJin.
—Mantente alejado de él, YoonGi—me susurró él de vuelta—. No es más que problemas.
Me giré para mirarlo.
—¿Por qué lo dices?
—Le rompió el corazón a Tomas. Al parecer, el hombre no tiene un hueso emocional en su cuerpo.