Estaba de pie en uno de los cubículos del baño de hombres con los dedos pegajosos de semen mientras que me preguntaba qué carajos había hecho. ¿De verdad había dejado que un extraño al azar me sexteara de camino a una de las presentaciones más importantes de toda mi vida?
Mis manos se sacudieron mientras que las secaba con una toalla de papel y reajustaba mi ropa. Tenía que admitir que me sentía un poco menos estresado que antes. Cuando entré en el imponente vestíbulo de un rascacielos con atrio gigante de cristales y un serio mostrador de seguridad, había estado demasiado nervioso y afectado por la cafeína. Mi amigo abogado, SeokJin, acababa de enviarme un mensaje de texto para informarme que había sido retenido por otro cliente y que llegaría tarde a la reunión. La noticia me dejó aterrorizado ante la perspectiva de tener que enfrentarme a una sala repleta de ejecutivos corporativos y abogados de la gran ciudad.
Al menos, ahora me sentía...
Nah, seguía nervioso como el infierno. Pero, no pude evitar notar la pequeña sonrisita en mi rostro mientras que me lavaba las manos. Demonios, había tenido más acción en las últimas doce horas que en los seis meses anteriores en mi casa en Asheville.Después de secarme las manos con un par de toallitas de papel, alisé mi corbata para la buena suerte y me abotoné el abrigo del traje. Yo podía hacer esto. Lo haría bien. Todo el futuro de mi madre dependía de mi desempeño en la reunión.
Sin presiones, imbécil.
Me aclaré la garganta y alcancé la manija de la puerta. En cuanto entré en el corredor y me encaminé hacia los elevadores, intenté no notar a los tipos corporativos de alto poder que corrían de aquí para allá a mi alrededor. Todo el mundo lucía profesional y bien organizado. En comparación, yo me sentía como todo un patán. Claro, yo había sido dueño de mi propio negocio desde hace años, pero nunca había tenido la clase de trabajo en la que había grandes cantidades de dinero en juego. Y no solo era el dinero. La salud de mi madre dependía enteramente de lo que sucediera hoy.
Si no pudiera convencer a estos ejecutivos de que compraran la tecnología de la impresora biomédica a un alto precio, todos los planes de tratamiento para mi madre, estarían escritos con una tinta invisible.
Cuando salí del atrio e ingresé en uno de los ascensores de alta velocidad con espejos, me aclaré la garganta por lo que pareció ser una millonésima vez. El aire dentro de este edificio estaba viciado. Echaba de menos el aire fresco y limpio del sendero Wolf Branch, que estaba en la parte de atrás de la casa de mi madre. El sonido del agua que goteaba lento en invierno en el río French Broad, que pasaba no muy lejos del parque Blue Ridge. Si cerraba los ojos, casi podía reemplazar el zumbido de cada piso con el sonido fruncido de las hojas secas que aún se adherían a algunos árboles en las profundidades del bosque Nantahala.
—¿Señor?
Abrí los ojos de golpe para notar a dos mujeres observándome expectantes.
—¿Es este el piso que necesitaba?
—Sí, Sí. Lo siento. —Sonreí avergonzado antes de saltar justo a tiempo a través de las puertas a punto de cerrarse. Cuando alcé la vista, tres hombres en trajes estaban de pie en un lobby elegante, mirándome fijamente. Incluso, la joven recepcionista parpadeaba hacia mí desde su puesto detrás de la costosa plataforma de lanzamiento de metal pulido. Bueno, lo más probable es que se tratara de un escritorio, pero había demasiados monitores, botones e interruptores. Su auricular parecía alguna cosa sacada de la versión más reciente de Star Trek.
—¿Puedo ayudarlo en algo? —preguntó ella con un precioso levantamiento en una de sus cejas perfectamente depiladas.—Yo, uh... —Miré por sobre el hombro a los ejecutivos mientras que pasaba de ellos—. Yo, uh, estoy aquí para ver a...
Ese imbécil. Eso fue lo que estuve a un paso de decir porque así es como nos referíamos a él en casa. Nunca por su nombre. Mi madre se negaba a permitir que hablaran de él en su presencia. Simplemente, siempre había sido "ese imbécil".Y por supuesto, ahora que necesitaba de verdad recordar su nombre, me quedé en blanco.
Oh, Dios.
La recepcionista me miró fijamente, esperando a que hablara. Lo que hacía que mi cerebro entrara en una parálisis peor.
—El... El jefe —balbuceé—. El grandullón. No, espera, quiero decir, el tipo alto... ¿a cargo? Bueno, quizás él también sea... no importa. Creo que su nombre es... —Sentí mi rostro enrojecer y mis axilas comenzaron a sudar—. Se llama...