🌸 Nueve - La rosa Tudor

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El joven barón inspiró profundamente cuando el siguiente paso le llevó a ser la pareja ocasional de su lechero

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El joven barón inspiró profundamente cuando el siguiente paso le llevó a ser la pareja ocasional de su lechero. Con un movimiento grácil alzó los brazos a él, de igual manera que el girasol se siente atraído por el sol; los trémulos dedos se entrelazaron, siendo esa la primera vez que sus manos se acariciaban; las del señorito, tibias; las del doncel, sudadas. Un agarre firme mientras un cielo despejado y otro encapotado colisionaban en el cosmos de las emociones secretas. El muchacho balbuceó, sobrepasado por el torbellino sensorial que le causaba el estrecho contacto de sus cuerpos cuando llenaron el vacío que los separaba con un fluido giro sobre sí mismos.

Theodore respiró de muy cerca los suspiros derramados por esos labios vacilantes, experimentando la sublime sensación de su tierno cuerpo sostenido entre sus brazos. Se perdieron en la mirada del otro, en la expresión expectante de sus rostros, en el roce sutil de sus pechos agitados, faltos de aliento cuando el siguiente paso instauró un espacio abismal entre ellos y solo quedaba el amarre de las manos y los ojos. Neville creyó desfallecer de sentirlo tan encima; su imponente percha haciendo contraste con su humilde apariencia, admirando la tez morena y la melancolía de su expresión reservada. Se aferró a sus manos para no caer en el precipicio de las esperanzas imposibles; se aferró y el señorito le soltó, regalando a otra muchacha lo que irracionalmente él anhelaba. Y aunque con otros bailara y sus pieles rozaran, no podía apartar la atención del señorito, que a cada paso que los alejaba se correspondían, manteniendo el exiguo contacto de sus iris. El lechero tropezó con otros, volvió con su acompañante y nuevamente se alejó, contando con murmullos los pasos que faltaban para entregarse a los brazos del joven barón.

Los pensamientos revueltos, el pecho agitado, el resuello escapando de sus labios cada vez que estos balbucían inaudibles «Señorito Nott». Un último paso y el señorito se presentó ante él con el porte rígido y el gesto sobrio, mas sus primorosas manos tomaron las suyas y Neville se estremeció de pies a cabeza cuando Theodore disolvió el espacio entre sus cuerpos con un giro y un brazo deslizándose por su ancha cintura.

—Se-señor Nott, tengo algo vuestro.

Dieron una vuelta y el doncel jadeó sorprendido por el roce de unos suaves labios sobre su tez, el tibio aliento erizando su piel y notando la solidez de ese inalcanzable cuerpo apretando el suyo.

—Y no es mi pañuelo… —susurró en su sonrojada mejilla, estrechando un abrazo que no formaba parte del baile.

—¿Q-qué-?

El placer carnal duró lo que otro paso y el frío se coló en la distancia, entregándose a los demás bailarines y terminando la danza con su compañero inicial. La gente vitoreó con aplausos la destreza de los músicos y participantes, él solo podía perseguir con la mirada la figura del señorito escabulléndose por una callejuela.

—¿Qué os ha dicho ese foráneo?

Parpadeó aturdido y desvió su atención al señor Wood, que le miraba con recelo.

El lechero de los NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora