El barón Nott tiene un solo objetivo: calumniar el disoluto estilo de vida de su único hijo y casarlo con una prometedora dama. El joven heredero no tiene más interés que dilapidar su fortuna en burdeles, opio, alcohol y desposar en el futuro a un n...
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—Sois… so-sois… ¿Doncel?
Inmediatamente saltó de encima, bajó del camastro y se quedó de pie, mirándole enteramente consternado. Neville se incorporó sobre el colchón; su expresión apenada no lo disuadió de suavizar el gesto.
—¡¿Sois doncel?! —reiteró molesto.
—Theodore-
—¡¿Y me entero de esta forma?! ¡¿Precisamente ahora?!
—Siento no habéroslo dicho-
—¡Oh, Dios mío…! —Se llevó las manos a la cabeza. Los ojos extremadamente abiertos, perdidos en ninguna parte, le conferían el aspecto de un demente—. Todo este tiempo… os habéis reído de mí-
—¡No!
—Sobre todo vuestra abuela.
—No ha sido chanza. Dejadme explicároslo.
—¡Ahora! ¿No? —Se aproximó al borde de la cama y observó a Neville desde su altura superior, reflejando decepción en sus comisuras caídas y su mirada entornada, que el doncel recibió apartando la suya—. Con el corazón en la mano, y en todo este tiempo no se os ha ocurrido decírmelo.
Neville le enfrentó rápidamente, frunciendo el ceño. —Podéis reprocharme lo de hoy, mas no tenía anteriormente la obligación de contaros nada.
—Ah, ah, ¡Estupendo!
—Mi abuela quiso que lo ocultara para que no os vierais tentado de mancillarme.
—Cosa inútil, porque igualmente hemos acabado en el mismo punto. Y vuestra abuela piensa lo que todos, que por ser doncel ya es razón suficiente para querer yacer. ¡Pues no!
—Sentaos y hablemos tranquilamente.
—¡No puedo! Vuestra condición lo cambia todo.
—No cambia nada.
—¿Cómo que no? —Cayó de rodillas frente a él, pues los efectos del opio persistían y le habían provocado un leve mareo al estar dando vueltas por la habitación—. El cortejo es real, ese granjero pretende casarse con vos, y-y vos… —Se levantó y sacudió las manos al aire—, ¡Y vos podéis dar hijos! ¡Por Dios, bendito! —Los ojos desquiciados detuvieron el atolondrado recorrido en su ángel, que había empezado a llorar en silencio—. Podéis… podéis… ¿Y-y pretendéis entregaros a él?
—Me-me estoy agobiando, así no puedo hablar.
—¿Cuándo es que aceptasteis su proposición? ¿Eh? Madre mía… Lo de Bonfire no era pantomima, por eso os exhibisteis tan alegremente
