🌸 Trece - Las apariencias engañan

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—¡Auch!

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—¡Auch!

Augusta cruzó por detrás de su nieto y asomó la cara sobre su hombro, observando con una sonrisa pícara el relamido en la herida del dedo de haberse cortado con el cuchillo mientras preparaba los alimentos.

—Estáis nervioso por la visita del señor Wood, ¿Verdad?

—Mmmm, sí…

—Esta no es una comida cualquiera. —Neville suspiró y continuó troceando con expresión ausente—. Sin lugar a dudas, significa que habéis dado un paso muy importante en la relación.

—Lo sé…

Ella tomó asiento y ayudó en la elaboración, pelando.

—¡¿Comida para las vacas?! —cuestionó el doncel indignado—. ¡Ni se os ocurra servirle eso al señor Wood!

—Esto… —Levantó en su huesuda mano una patata nudosa y sucia de tierra—, es lo que nos salvó de la hambruna al último momento.

—Ahora no pasamos penurias.

—Tampoco nos sobra el dinero… —Neville rebufó avergonzado y prosiguió su tarea en silencio—. En cuanto a vuestro querido pretendiente… Si no estáis seguro, podéis rechazarlo y escoger a otro.

Esas palabras detuvieron sus manos y miró atentamente a su abuela con reprobación.

—¿Ah, sí?

—Sí.

—Según me habéis repetido, es el mejor.

—Disponible —puntualizó ella con ojos entornados.

—Lo elogiasteis delante del señorito, no como el mejor disponible, sino como el mejor en comparación a él; y ahora me animáis a cambiarlo por otro…

—¿A caso no es verdad? Es el mejor, pero también es el mejor del que disponéis. Tenedlo bien presente cuando vuestra calenturienta imaginación os tiente a declinaros por quien no debéis.

No quiso replicarle y terminar el día en una discusión; suficientes habían tenido desde aquella fatídica tarde. Llantos continuos, disputas acaloradas llenas de reproches entre ambos, retiradas de palabra que duraron días… Pero, sobre todo, por no querer reavivar la pena que arrastraba desde entonces, una causada por la ingenua esperanza de verlo aparecer cada sábado, y que esta terminase rota en mil añicos cuando después de asear la casa, arreglarse él, preparar la mesa con postre y bebidas y perfumando a flores el ambiente, se quedaba sentado, esperando impacientemente su visita. Y en esos momentos dolorosos de absoluta humillación y desilusión, su abuela aprovechaba para resaltar lo que ya le había advertido otras veces.

«Ese baroncito ha perdido completamente el interés en vos, puesto que no le merece la pena tanto quebradero por unos pocos revolcones, que ni siquiera tiene asegurados…»

El lechero de los NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora