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— Chicas, están comenzando a preocuparme.

Llevaba rato viendo cómo un grupo de mujeres se estaban casi peleando por oler una jodida camisa.

— Dámela, es mi turno —Happy arrebató la camisa de las manos de una de nuestras compañeras de habitación; ella pertenecía al equipo administrativo— Agh, creo que voy a drogarme con ésto —dijo la rubia con el rostro enterrado en la camisa de Hakeem—. ¡Ah! —casi gritó—. Huele tan jodidamente bien. Podría oler ésto por días.

— Happy, suelta eso. Ya basta —pidió Mariane.

— Ay, no te hagas. Tú también quieres olerla.

— Claro que no. Están actuando de una forma salvaje solo por una camisa.

— No es cualquier camisa —puntualizó la directora del equipo de marketing con una seriedad penetrante. Ella se lo estaba tomando en serio—. Es una camisa que le pertenece al CEO. Huele a su perfume y es de una marca de lujo. Solo el olor y la marca de la camisa deben costar más que todos nuestros closets juntos.

Alcé las cejas. Ella tenía un punto allí, asentí y luego negué de inmediato. Igualmente seguía siendo una locura que estuvieran oliendo la camisa como si fueran perros de caza.

Aunque, al ponerme en sus zapatos, pensé que quizás yo haría eso con una camisa de uno de mis cantantes favoritos. Todo dependía de la persona que fuera el ídolo, ¿cierto?

— Cómo sea la cosa. Será mejor que me la devuelvan —dije ya habiendo perdido un poco de mi paciencia.

Realmente comenzaba a cansarme la obsesión de mis compañeras por Hakeem. Estaban todas locas por idolatrar a un iceberg andante. Y su locura ya comenzaba a afectarme la paciencia y mi nivel de tolerancia.

— Espera un momento.

— No. Es ahora. No quiero tener problemas si algo le sucede a ese trapo —al decir eso, todas me vieron muy mal—. Lo que quiero decir es qué, no pretendo quedarme sin dinero al pagar un posible rasguño a esa camisa. Así que vamos.

Si me hubiera imaginado la situación al haber sido observada por tantos miembros de la compañía mientras hablaba con Hakeem, jamás habría aceptado la camisa. Luego de que Hakeem se fué y yo me coloqué la camisa, muchos corrieron en mi dirección para hacer preguntas sin sentido.

— Ay, solo quiero olerla un poquito más —se quejó Happy con algo de molestia.

— Es suficiente —puntualicé—. Me da la sensación de que es quisquilloso. Seguramente se dé cuenta de que estaban oliendo la camisa y crea que fuí yo.

— ¿Crees que lo note?

Todas se vieron algo preocupadas.

— No lo sé. Pero no lo quiero descubrir —tomé la camisa de la mano de Happy y casi corrí a esconderla.

— ¡Ay, Nala, no se va a dar cuenta! ¡Solo un ratito más!

— ¡No! —respondí desde lejos, mientras guardaba la camisa en mi bolso por el momento.

Al devolverme las noté sentadas viéndome algo molestas con los brazos cruzados cómo si fueran muchachas caprichosas a las que acababan de negarles algo muy deseado.

— Me da envidia pensar que tú y el CEO se conocen. Y es envidia de la mala — comentó la chica del departamento de administración.

Solté un suspiro y giré los ojos.

— Él y yo nos conocemos nada más que el nombre y a la familia. En sí, él no conoce casi nada de mí, ni yo de él. No nos hablamos. No somos amigos. Ni nos llevamos bien. No tienes absolutamente nada de qué tener envidia, te lo aseguro.

Inevitable Atracción [Bilogía True Love - Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora