11. are we?

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Los gritos y la histeria reinaban en la casa de Ciutadella. Los nervios se palpaban en el ambiente y Jasmine estaba al borde de la taquicardia, casi igual que Emma.

La futura novia hablaba por teléfono, gritando algo de unas flores que eran azules y al parecer debían ser blancas. La madre se encontraba en el jardín, organizando al personal del catering que había contratado. Su hija la ayudaba. Frank estaba dentro haciendo un collage de fotos para la boda, y a Violeta la habían puesto a hinchar globos.

En media hora llevaba dos, y con los gritos de fondo sus niveles de cortisol aumentaban por momentos. Chiara entró un momento para respirar de la poca paciencia de su madre con los camareros y vio el lío de la granadina.

—¿Cómo vas? —Preguntó acercándose hasta dejar un corto beso en sus labios, sin importarle que su padre estuviese a tan solo unos metros.

—Esto es un poco complicado. —Admitió, dejando salir el aire del tercer globo que conseguía hinchar. La pelinegra rió un poco.

Don't worry. Ayuda a mi padre si quieres con las fotos. Creo que necesita más ayuda que tú. —Susurró lo último, viendo como el hombre tenía las manos pringadas de pegamento.

Violeta se levantó del sillón donde estaba rodeada de globos —deshinchados— y se sentó a la mesa junto a Frank. Chiara se dirigió a la habitación de su hermana para ayudarla a vestirla con el vestido blanco.

La granadina miró al padre y amagó una sonrisa tímida e incluso incómoda. No había conversado demasiado con él. El hombre le devolvió el gesto, acercándole unas láminas con muchas fotos.

—Mira Violeta, puedes ir recortando esto si quieres. —Explicó, intentando suavizar el ambiente.

La chica hizo caso al hombre, comenzando la manualidad con algo más de concentración que con su tarea de globos. Se detuvo momentáneamente en algunas fotos en las que conseguía reconocer a Chiara de más pequeña, con su familia, su perrita, y otras más recientes. Diferentes a las que vio la noche anterior.

—Madre mía. —Llegó a una foto en la que salía bastante graciosa, con las palas melladas. —¿Esta es Chiara? —El padre sonrió al verla.

—Sí. Era un trasto. —Rió recordando aquellos tiempos con nostalgia.

Violeta sonrió y siguió pasando fotos. Entonces sostuvo en sus manos una que hizo que su corazón se estrujara. Chiara estaba tumbada en lo que parecía el sofá del salón, y Nicole agarraba sus manos cómo queriendo hacerle cosquillas. Lo supuso porque ambas salían riendo. La menorquina transmitía felicidad en aquella fotografía. Frank se dio cuenta del trance de la granadina al ver que no le pasaba más recortables.

Alzó la vista y vio la misma foto que estaba viendo Violeta. —Ay, —Se la quitó de las manos, —no sé cómo ha acabado esta foto aquí. —Amagó una risa algo incómoda. —Debería haberla tirado hace tiempo.

Violeta lo miró haciendo una mueca, con una sonrisa triste. Se imaginaba lo mal que lo debieron pasar con aquella ruptura si vieron a su hija sufrir como mínimo lo que ella pudo ver. El hombre volvió a su trabajo, antes de romper el silencio de nuevo.

—Me alegro mucho de que hayas venido, Violeta. —Confesó. La chica levantó la vista de la mesa para mirarlo.

—Ah. —Acertó a decir. No entendía muy bien los motivos de aquella confesión. —A mi también me alegra estar aquí. —Sonrió amable.

—Hacía mucho tiempo que no veía a Chiara así. —Acabó de decir.

Violeta sonrió de verdad ante aquello. Quizá sí que había valido la pena.

Una Ruptura y Diez Bodas || KiViDonde viven las historias. Descúbrelo ahora