13. el regalo

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Chiara esperaba en el sofá del piso de Violeta mientras jugaba con sus propios pies, aburrida.  Después de que Martin y Juanjo se proclamaran marido y marido, los invitados habían regresado a sus apartamentos para cambiarse de ropa, ya que la fiesta de después prometía alargar la noche, y a órdenes de los novios tenían que ir lo suficientemente cómodos para aguantar "hasta que saliese el sol", según las palabras textuales de Juanjo. Violeta y Chiara aprovecharon la cercanía del piso de la primera para hacer su parada allí.

—¿Podemos irnos yaaaa? —Preguntó la menorquina tras diez minutos de espera, algo impaciente.

Violeta aprovechó ese momento para escribir una carta a la pareja. Había conectado muy bien con ellos y ya prácticamente eran amigos.

La voz de Chiara volvió a desconcertar a la mayor. —¿Qué haces tanto rato? —Suspiró.

—Una carta para Martin y Juanjo. —Contestó algo estresada. A veces la inquietud de la medio inglesa la sacaba de quicio.

Llevaba unos días rara. Con la que se suponía que era su novia y con ella misma. La convivencia comenzó a notarse de un momento a otro, y aunque habían establecido unas normas para que reinase la paz, la pelinegra a menudo acababa rompiéndolas "sin querer", como ella decía. Al principio no le importaba, incluso le hacía hasta gracia. Pero la calma de Violeta comenzaba a verse afectada, aunque en realidad no era solo por la menorquina.

—Ya está. —Dijo por fin, levantándose de la mesa.

Yay!! Finally. —Exclamó Chiara sonriendo.

—¿Tienes el regalo en el coche? —Preguntó Violeta. La pequeña cambió radicalmente su expresión, haciendo una mueca incómoda. Al ver que la pelinegra no contestaba, se giró a mirarla y suspiró. —Kiki...

—Perdón. Me lo he dejado en mi casa... —Confesó, con una media sonrisa ante el despiste. —Aun podemos pasar a por él.

—No. —Violeta la cortó, con un tono más serio. —Ya no hay tiempo. —Se dirigió hasta la puerta para salir. —Joder.

Chiara alzó las cejas ante la reacción de la granadina. —De acuerdo... —Musitó para ella, siguiéndola con cierta distancia.

En el camino, por primera vez en bastante tiempo, reinó el silencio. Siempre tenían tema de conversación, pero en aquel momento la tensión entre ambas chicas era palpable. Chiara pensaba como disculparse, y Violeta le daba vueltas a todo.

—Seguro que no les importa. —Rompió el silencio cuando llegaron al ascensor.

—A mí me importa. —Suspiró Violeta, cruzándose de brazos. —Qué vergüenza, vamos a ir con las manos vacías.

Fuck, Violeta. —Se quejó la menor. —Solo es un regalo, no se van a enfadar ni se va a acabar el mundo.

—Es de mala educación presentarse a la fiesta de una boda con las manos vacías. —Su tono era serio, y su mirada estaba fija en las puertas del ascensor, que de pronto se abrieron para dejar pasar a una pareja que subía también. El chico llevaba un paquete en las manos, e hizo que Violeta suspirase. —¿Ves? La gente lleva regalos.

Chiara bufó, frustrada y enfadada consigo misma por haberse dejado el maldito regalo. Se hizo de nuevo el silencio. No sabía qué había pasado entre las dos, porque era evidente que algo pasaba.

Una Ruptura y Diez Bodas || KiViDonde viven las historias. Descúbrelo ahora