12. quiero ayudarte

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Violeta y Chiara cenaban tranquilamente en un bar que había cerca del piso de la segunda. Se podría decir que la granadina prácticamente se había mudado allí, de manera extraoficial. Seguía teniendo su piso con sus cosas, pero en el de Chiara ya había un cepillo de dientes y varias prendas de ropa con su nombre.

Hacían planes 'de pareja' como aquel, en el que iban juntas a algún lugar y hablaban durante horas, o jugaban a juegos de mesa o simplemente estaban la una frente a la otra, rodeadas de gente, pero siendo solo ellas. Otras veces se quedaban en casa, en la de Chiara, cada una haciendo lo suyo. Pero en el mismo espacio. Les gustaba mucho eso.

El ruido ambiente del bar estaba bastante alto. Chiara hablaba sin parar, en un ataque de hiperactividad, y Violeta removía la comida de su plato mientras la escuchaba con atención.

—Ay, ¿y sabes qué? —Se interrumpió a sí misma, hablando con rapidez. —Manu Guix me ha escrito.

—¿Manu Guix? —Violeta alzó la vista con sorpresa. —¿El subdirector musical de la carrera? —Chiara asintió, robándole una patata del plato. —Cuánto tiempo. ¿Y cómo está? ¿Qué te dijo?

—Que se casa con Noemí.

Violeta soltó un grito. —¿QUÉ? —De haber estado bebiendo agua la hubiese escupido. La pelinegra se sobresaltó exageradamente al oír la reacción de su chica.

—Violeta QUÉ SUSTO, my God —Puso una mano en su pecho, controlando el ritmo acelerado de su corazón.

—Madre mía, ¡no me lo puedo creer! —Siguió la pelirroja. —¡Qué fuerte!

—Yo sabía que iban a acabar juntos. —Dijo Chiara con gracia. Violeta rió.

—Eran un poco obvios, me acuerdo. —La menorquina asintió, dando un trago a su vaso de agua. —¿Y cuándo es la boda?

—Todavía no me lo ha dicho, pero me ha invitado... —Tanteó jugando con la servilleta. La granadina alzó una ceja al escuchar el tono en el que hablaba.

—¿Una boda más? —Preguntó, captando a la pequeña.

—Seguro que se alegra de vernos. —Argumentó ya de primeras, sabiendo la poca ilusión que le hacían a Violeta las bodas y lo saturada que estaba con el tema. Esta suspiró. —Y seguro que la invitación no tarda en llegarte a ti también.

—Bueno, pues ya lo hablaremos. —Quiso cerrar la conversación.

Se quedaron en silencio un minuto, hasta que Chiara volvió a engancharse a hablar. Y aunque a Violeta le encantase escuchar a la menorquina hablando de cualquier cosa, ese día estaba muy cansada, y no solo físicamente.

—Oye, Kiki. —Violeta interrumpió el casi monólogo que estaba teniendo. —¿Pedimos la cuenta? —Intentó decirlo en un tono amable.

Chiara frunció levemente el ceño y miró el plato casi entero de la granadina. —¿Ya has acabado? —Violeta miró su plato con desagrado, antes de asentir.

—No quiero más. —Admitió. La medio inglesa asintió en señal de entendimiento antes de pedir la cuenta.

Chiara no era tonta. Era distraída, era desordenada, y a veces demasiado ingenua. Pero no tonta. Y la forma que tenía Violeta de lidiar con la comida no había pasado por alto para ella. Sabía que algo pasaba, pero no sabía cómo sacarle el tema sin que le pudiese afectar de forma negativa. Ya eran varias las veces que la pelirroja no llegaba a acabarse ni la mitad del plato, aunque comiesen fuera de casa.

Una Ruptura y Diez Bodas || KiViDonde viven las historias. Descúbrelo ahora