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El pelinegro se sentó en su saco de dormir mientras miraba como los tiburones entre otras especies marinas nadaban adentro del tanque.

Eran las 8 de la noche, y estando en ese lugar, Christopher no podía sacarse de la cabeza a Kim Seungmin ni un solo segundo.

De hecho, lo echaba de menos más que nunca. Se pasó dos semanas ignorándolo, ¿por qué hacía eso? Si Seungmin pensaba en seguir haciéndolo, Christopher no tardaría en volverse loco.

Se colocó un auricular en la oreja y se tumbó sobre su saco de dormir, esperando que en algún momento apareciera el rubio bajo la luz azul que emitía aquel lugar.

Mirara para dónde mirara, no dejaban de haber animales nadando torpemente por las aguas cristalinas de color azul eléctrico. Estaba comenzando a quedarse dormido.

Cerró los ojos para poder descansar cuando de pronto el sonido de un golpe seco hizo que el pelinegro se incorporara de inmediato.

Y allí estaba él.

El mismísimo Kim Seungmin, se encontraba justo enfrente del mayor, con un lobo de peluche entre las manos y con los ojos cristalizados como el mar.

— Lo siento. — Dijo antes de romper a llorar, cosa que no entraba en el plan.

— Seungmin, dios mío, no pasa nada. — Exclamó el pelinegro yendo a abrazar al pequeño tan rápido como vio la primera lágrima salir de sus ojos.

Al separarse, Christopher volvió a sentarse en el saco y le cedió asiento a Seungmin.

El chico se sentó a su lado, y esperó a que este hablara.

— ¿Qué haces aquí? — Le preguntó, extrañado por su presencia en aquel lugar. Eso no estaba permitido hacerse, aunque siendo Seungmin, todo estaba permitido. O así lo sentía Christopher.

— El acuario es de mi tío. Cuando me dijiste que vendrías aquí, le dije que me dejara pasar la noche contigo. Las cámaras están apagadas, y ya no hay guardias desde que entré. — Respondió el rubio con inocencia, sacándole una sonrisa apenada al contrario, quien no dejó de acariciar el cabello de Seungmin desde que se sentó junto a él.

— ¿Soy un perro? — Musitó el menor viendo como Christopher no soltaba su cabeza para nada.

El pelinegro rio ante eso. — No, pero pareces un cachorro.

— ¿No me vas a pedir explicaciones?

— ¿De qué?

— Del por qué he estado dos semanas enteras ignorándote. — Dijo el rubio mientras jugaba con sus dedos.

— Eso me da igual.

Seungmin sonrió al instante de escuchar eso. — Pensé que estarías enfadado.

— Anda, ven aquí. — Le ordenó, abriendo sus brazos para que Seungmin entrara entre ellos como si fuera una manta calefactora.

Seungmin cedió, e hizo lo que Christopher más deseaba. Ser cariñoso era algo bastante nuevo, pero con Christopher era todo diferente.

— ¿Que traes ahí? — Preguntó el pelinegro señalando con la mirada el pequeño peluche en forma de lobo salvaje que Seungmin tenía entre las manos.

— Bueno, esto es para ti. — Respondió el chico, pegándoselo en el pecho al mayor.

— No es mi cumpleaños... ¿Por qué me lo das?

— Los pingüinos buscan el mejor percebe para sus pingüinas cuando se enamoran, búsqueda que puede durar hasta años. Cuando lo encuentran, simplemente lo dejan frente a su amada, y allí es cuando ella decide si permanecer con él para toda la vida, o simplemente romperle el corazón. — Confesó el rubio, sintiendo un intenso calor en sus mejillas que se reflejaba en ellas como un rojo intenso abrasador.

Beluga// ChanMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora