La llegada

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La llegada.


—¿Escuchaste la noticia?

—Oh, me la he perdido por estar en la caridad, ¿qué ha pasado?

—No sabes quién ha llegado a la capital con sus bastardos.

—¿Lady Alicent?

—Sí, la misma que viste y calza. Mira que tener el descaro de venir a la capital buscando a Lord Targaryen.

—Pero ¿no están casados?

—Solamente por ley, recuerda que nunca tuvieron una boda religiosa, él no quiso porque eso solamente pudo tenerlo su primera pareja, Lady Aemma.

—Que los cielos la tengan en su gloria, tan buena mujer. Le dejó una hija ¿cierto?

—Lady Rhaenyra, tan hermosa e inteligente.

—¿A qué ha llegado Lady Alicent desde Oldtown? ¿Será que Lord Targaryen va a darles al fin la herencia que le corresponde a sus cachorros?

—¡No, querida! Esos Omegas ni van a ver ni una sola libra de tan noble señor, no se lo merecen. Supongo que esa es la finalidad, pero la herencia es toda para Lady Rhaenyra.

—Oh, entiendo. ¿Y en dónde se quedarán? ¿Será que renten un piso en King's Landing?

—¿Con su pobreza? Lo dudo.

—Bueno, los Hightower no son ciertamente pobres, aunque no tanto como los Targaryen o los Velaryon. Esto será un escándalo, sobre todo porque esos hijos ya deben estar en edad de ser cortejados ¿cierto?

—Ay, cómo olvidarlo, Lady Aemma apenas si tenía un año de haber fallecido cuando esa zorra vino a colarse a la cama de Lord Targaryen. Casi apuesto que estaba segura de darle un cachorro Alfa, pero mira que la vida es justa y solo pudo parir Omegas, merecido lo tiene por ambiciosa, quería dejar a Lady Rhaenyra en la calle, ahora es ella con sus bastarditos los que mendigan.

—Habrá que avisar a los demás, no sea que se la encuentren en la calle.

—Qué vergüenza sería eso. Sí, enviaré un mensaje a todos.

—¿Le dirás a Lady Rhaenyra?

—Debe ya saberlo, querida, las malas noticias son cuervos mensajeros que arriban al primer rayo de sol. La visitaré para consolarla, necesita mucho apoyo con tan amargo momento.

—A todo esto, no me has dicho en donde estarán.

—Creo que rentarán un piso con los Celtigar.

—Ay, ay, con sirvientes, era de esperarse.

—Yo en su lugar me hubiera quedado en Oldtown, al fin y al cabo su familia le permitió semejante pecado. Aquí no encontrarán nada. No les pertenece nada. Son todos unos usurpadores, pobrecita Lady Rhaenyra, tener que cargar con semejante mancha. Pero no estará sola porque la apoyaremos en todo lo que necesite, y la defenderemos de esos advenedizos cazadores de fortunas. ¿En qué estaba pensando Lord Targaryen al relacionarse con una mujerzuela así? Demos gracias que no dejó nada a sus nombres.

—Tal vez ahí esté el meollo del asunto, es posible que Lord Targaryen vaya a retirarles el apellido.

—¡Oh, querida! ¿Lo imaginas? Sería tan justo. Pero vamos, vamos, se nos hace tarde para ir con la princesa, sirve de paso que avisamos a todos los amigos y conocidos, esa mujerzuela con sus bastardos no encontrará apoyo alguno si acaso pretendía abogar con la lástima. Que se vuelva a su provincia de salvajes de donde nunca debió salir.

—¡Tengo mi bolso! ¡Usemos mi carruaje! ¡Partamos ya!

La Casa de la AlegríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora