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Aegon refunfuñaba para sus adentros, sentado frente a su prometido quien contaba emocionado los planes de la boda ahora que todo estaba en orden y no había más peligros. Le sonrió, asintiendo a sus palabras, sin mostrar lo enfadado que estaba. No estaba enojado con Jacaerys para nada, era solamente que su orgullo se encontraba herido porque era el hermano mayor de los cuatro hijos de Lady Alicent Hightower y resultaba que los otros tres ya habían tenido acción cuando él no pasaba de manos entrelazadas, uno que otro abrazo con besitos en la mejilla o en los labios tan castos que se juraba un día aparecerían los coros del cielo entonando un salmo.

Era su deber cual hermano mayor y Omega adulto con todos los derechos el poder seducir a ese joven príncipe suyo antes de la boda, es que no podía permitirse seguir virgen cuando Aemond iba a parir un cachorro un día de estos. Maldito suertudo. Lucerys tenía de inocente lo que tenía de barbudo. Negó para sí, pensando sobre a quién acudir para escuchar un buen consejo sobre el tema, definitivamente no iría con su hermana Rhaenyra, ni tampoco con la reina o con su amado mayordomo. Entonces recordó a su fiel compañía de teatro, vaya que ellos sí que tenían experiencia y le podrían dar uno que otro consejo sin reprenderlo.

—Hm.

—¿Pasa algo, mi amor?

—No, me gusta lo que me has dicho.

Puso en marcha su plan en una de las visitas al palacio de Su Majestad, esperando por el resto de sus hermanos. Le pidió a Jacaerys que fueran a la biblioteca porque no deseaba estar rodeado de sirvientes mirándolos todo el tiempo como búhos junto a las paredes. Su prometido le concedió aquel capricho sin sospechar que Aegon buscaba privacidad para la siguiente parte del plan ideado con las bailarinas de la compañía. Una vez que estuvieron a solas, buscó el sitio donde haría su ataque Omega como le bautizaron, eligiendo unas escaleras para subir a los anaqueles superiores, sentándose en un escalón elevado de forma que le diera una buena vista al príncipe.

—¿Egg? ¿Qué haces, cariño?

—Tengo ganas de sentarme aquí.

—De acuerdo.

—¿Por qué no me lees algo? Me gusta el sonido de tu voz.

—¿Qué deseas escuchar?

—Mm, tal vez algo en francés, ya sabes, el idioma del amor.

Jacaerys sonrió, buscando una novela en el idioma en la enorme librería, sentándose no muy lejos para comenzar a leer con voz bien modulada sonando extraordinariamente sensual. Eso le dio ánimos porque sí estaba arrepintiéndose, era una movida peligrosa. O su príncipe le saltaba encima o Aegon terminaría soltero de por vida. Al darse cuenta de la concentración en el Alfa a pocos metros de él, dio paso a la parte importante.

Lentamente, fue elevando sus faldones, con discreción de modo que el siseo de las telas no alertara a su prometido, quien leía muy contento sin despegar la vista del libro. El atrevido Omega sintió que sus mejillas eran fuego vivo cuando la orilla de su vestido alcanzó sus rodillas, toda una exhibición que habría matado a su madre de verlo. Le pidió perdón en su mente, continuando con su osadía hasta que dejó al descubierto su ropa interior, una que también había sido preparada con antelación.

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⏰ Última actualización: Jun 29, 2024 ⏰

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