Caballo de mar

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—¿Puedes explicarme por qué Su Gracia, la princesa Rhaenys Velaryon quiere verte?

Gwayne Hightower arqueó una ceja, mirando con dureza a su sobrino Aemond, los caballos cabalgando a todo galope para llegar a tiempo a la cita en el inigualable Palacio de Marea Alta, hogar de la Casa Velaryon. El Omega tragó saliva, apretando sus puños sobre sus rodillas que observó sin saber cómo decirle a su tío que quizás no había sido muy prudente en los últimos días, hablando de su interacción con los Targaryen. Con la princesa Rhaenyra Targaryen, de forma puntual.

No había sido su culpa, o quizás sí, ya no importaba de todas formas. Él había estado dedicándose a lo suyo, trabajando arduamente, visitando la casa de los Martell para hacer ajustes a su proyecto, haciendo unas cartas que protegieran su patrimonio en caso de cualquier eventualidad. Realmente había estado de muy buen humor, Helaena estaba enamorada y era correspondida, lo cual en su familia se podía considerar como un milagro. Daeron estaba estudiando de vuelta, Aegon estaba en una temporada de descanso que le vino bien. Todo estaba en orden y se había jurado que tendrían una época de abundancia al fin.

Aemond estaba paseándose por la calle donde vendían toda clase de golosinas, pensando en comprar para sus hermanos, cuando escuchó una conversación lejana que llamó su atención al alcanzar a oír el nombre de su madre. Dos caballeros comentaban o mejor dicho, repetían lo leído en los periódicos a raíz de una entrevista a la princesa Rhaenyra Targaryen con relación a los "supuestos" otros herederos de Lord Targaryen. La princesa había llamado a su madre una busca fortunas cuya relación dañó la salud de su padre.

Eso lo molestó muchísimo, ubicando un puesto de periódicos para confirmar sus palabras que encontró en una de las primeras páginas. Como si fuese cosa del destino, la gente se alborotó por el paso del carruaje donde iba Rhaenyra, amontonándose para intentar saludarla. La ira en Aemond explotó igual que un volcán, tirando el periódico al ir detrás del carruaje, empujando a todo aquel que le estorbara, casi a punto de que lo atropellaran, solo tenía los ojos fijos en aquel transporte, alcanzándolo cuando se detuvo mientras las rejas del palacio se abrían.

—¡RHAENYRA!

Tanto fue su rencor, que ni siquiera se percató de los guardias que vinieron a él y fueron derribados, uno terminó con su daga escondida bien clavada en un hombro, asustando al resto al no creer que un Omega fuese tan agresivo. La princesa se asomó por la portezuela al escuchar el escándalo de la pelea, notando su presencia. Que detrás del carruaje se viera esa esquina clausurada todavía por reparaciones debido al accidente donde Alicent perdiera la vida, fue la gota que derramó el vaso para Aemond, quien corrió hacia Rhaenyra con el ceño fruncido.

—¡NUNCA MÁS TE ATREVAS A PRONUNCIAR EL NOMBRE DE MI MADRE, MALDITA ZORRA! ¡TÚ JAMÁS ESTARÁS A SU ALTURA! ¡¿ME ESCUCHASTE?! ¡QUÉDATE CON TU PODRIDA HERENCIA QUE TUS BASTARDOS LA NECESITARÁN MÁS!

La Casa de la AlegríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora