La tormenta

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El único sitio donde Aemond encontró donde trabajar fue en la Casa de los Tres Ríos, un edificio de cuatro plantas que en realidad ocupaba toda una cuadra, dedicados a la contabilidad y cobro tanto de impuestos como deudas. Se convirtió en el ayudante de la mujer encargada de Archivo, quien había reclamado por un par de manos extras en el difícil arte del orden y control sobre la enorme cantidad de documentos confidenciales que circulaban por la casa de lunes a sábado. La dama en cuestión se llamaba Alys Rivers, una Beta de mirada filosa y cabellos negros como la noche que todavía conservaba la belleza de una juventud ya pasada. Ella lo entrevistó, lo aceptó e incluso le dio un sueldo ligeramente mayor al encontrarlo "bonito".

—Qué bueno eres Omega, odio la peste Alfa en mis documentos.

Tenía su peculiar carácter, algunos la llamaban La Bruja y no en vano por muchos motivos. Aemond pronto se ajustó a su método y energías, aprendiendo a clasificar, mecanografiar o hacer viajes a los bancos de la casa si era necesario. Como la parte de Archivo era un sitio callado, tan diferente al bullicio de las oficinas centrales, agradeció esa paz y aislamiento. A su madre le mintió diciendo que estaba terminando sus estudios con un tutor muy estricto que deseaba verlo casi todos los días desde temprano hasta casi el anochecer, Alicent se lo creyó, emocionada de que tanto él como Daeron estuvieran completando su formación.

—Entonces, Edward, ¿para qué has venido a la capital además de sufrir?

—Médicos para mi madre.

—Oh, tiene sentido —Alys lo observó un poco— Eso explica tu afán por hacer todo bien, creí que tenías algo mal en la cabeza.

—Puede ser, me ayuda con el trabajo.

—Mm, voy a probarte, si lo haces bien, te subiré el sueldo.

—¿Qué es?

Ella lo llevó a una sección que tenía una enorme D en madera barnizada, separada del resto por una valla de madera tallada. Alys sonrió, abriendo la portezuela.

—¿No sabes qué es esta sección?

—Todavía no termino de aprender todo.

—Aunque lo hicieras, esto es especial, muy especial.

—¿Por qué?

—Es una cuenta de la casa, tal vez la cuenta más importante de todas, solo que... salvo esta bruja que conoces, nadie más toca esto. Te preguntarás la razón.

—Así es.

—Es la cuenta de Dorne.

Aemond levantó ambas cejas. —¿Las tierras exóticas?

—Oh, sabes de geografía. La casa maneja a los Martell de Dorne.

—No entiendo por qué está separada.

La Casa de la AlegríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora