sweet revenge

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Christopher

Se suponía que sería solo un royo de una noche, sexo sin compromiso y una vez.

Pero no conseguía quitarme la maldita obsesión que cada día era más y más grande con Alana. Sentí la necesidad de abrazarla cuando me tumbe a su lado. Ni si quiera entendí por que. Por que yo odiaba los abrazos y las caricias después del sexo.

Escucharla decir que era virgen me confundió totalmente, quizás eso era otro de los motivos por un hacían que me obsesionara más aún con ella, saber que ningún otro hombre la había tenido en esas condiciones excepto yo.

Aún así había estado evitándola. Durante el desayuno en Costa Rica, durante todo el viaje, y los últimos tres días donde se los había pasado de reunión en reunión por el palacio y dejándome más espacio para no tener que verla. No entendía que me estaba pasando pero no podía pasarme. No estaba dispuesto a obsesionarme con una mujer que solo me había acostado una sola vez.

—coronel, le estaba buscando. —su voz es dulce. Firme y fría pero el tono es demasiado dulce.

Me doy la vuelta y la observó, su semblante, es serio y se ve cansada, no se ve de la misma manera que hace días. Aún así esta preciosa. Lleva un vestido blanco con pequeños detalles rosas, se ajusta perfectamente a cada una de sus curvas mientras que los tirantes le caen por los hombros con sutileza y dos lazadas. Mi instinto me pide que que se lo arranque y deje su piel expuesta para mi, está mejor aún sin nada.

—debo ir a una reunión con el ministro y los consejeros del gobierno.

Asiento como un completo inútil. No entiendo por que causa este efecto en mi.

—prepararé el coche ya. —la digo y salgo del trance en el que he entrado imaginándomela sin ropa, siento que de solo imaginarla me la pone dura... me avergüenza que algo tan simple tenga tanto poder sobre mi.

No quiere chofer, pide que solo seamos ella y yo y así se hace. Llegamos al parlamento y subimos hasta la quinta planta donde todos la abren paso cuando camina con firmeza y seguridad. La puerta se abre y está llena de hombre a excepción de una sola mujer. La que está entrando ahora mismo. Todos se callan y el ministro la mira con una altiva sonrisa.

—alteza, supongo que debe ser importante habernos reunido aquí en cuestión de un día para otro.

—lo es, si no no hubiera convocado nada. —toma asiento y yo me quedo detrás de ella.

—pues usted dirá.

Se aclara la garganta y se acomoda sobre la silla de cuero negra que está sentada: —quiero solicitar la revocación sobre la ley de matrimonio.

El que se hace llamar ministro se ríe y los demás presentes en la sala murmuran. Alana parece segura y para nada se ríe o muestra vulnerabilidad.

—cuando tuvimos la reunión los dos a solas comenté que no sería posible alteza. Para eso se necesita...

—un mínimo del sesenta y cinco por ciento para que se pueda revocar, lo se y por eso he querido citaros a todos. Usted es el ministro pero no es el único que decide. —le dice tajante.

El hombre la fulmina con la mirada.

—¿por que querría revocar la ley?. —pregunta otro.

Alana le mira y sonríe. —¿cree usted que para gobernar un país necesito un marido?.

—la prensa rosa dice que usted y Erick Mikaelson están en una relación.

𝐼 𝑊𝐴𝑁𝑁𝐴 𝐵𝐸 𝑌𝑂𝑈𝑅𝑆 - 𝐶ℎ𝑟𝑖𝑠𝑡𝑜𝑝ℎ𝑒𝑟 𝑀𝑜𝑟𝑔𝑎𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora